Aclaro que no soy “canático” de ningún equipo, veo con mi manada los partidos, pero no le ladro a uno en particular; cuando era cachorro me vestían con una camiseta de los Cowboys, de Dallas, pero era fútbol americano, no el nuestro.
Apenas despuntaba el sol y ya íbamos pateando la calle. Cuando llegamos había miles de humanos, en pantalón corto, mallas coloridas y listos para correr la maratón. Eso fue lo que me ladraron, para sacarme de las cobijas.
Andaba en mi paseo dominical; esta vez fuimos allá por el Parque Nacional, tenía ganas de conocerlo, porque hay mucho campo, árboles grandotes y -si me soltaban la correa- podía correr, subirme a las bancas y olisquear las matas.
¡Iba feliz! Con una sonrisa de colmillo a colmillo. Pensé que conocería a Rocket -el mapache de Guardianes de la Galaxia-. No llegó, pero de camino me topé a Boba Fett, Makima, Deadpool, Thor, el Hombre Araña, Mario y Luigi.
¡Guau! Nada como el olor de la tierra mojada, con las primeras lluvias de mayo. Me disgusta mojarme, pero con estos chubascos brinco en cuatro patas, porque el calor me tenía fulminado; salía, y regresaba con la lengua afuera.
Lo esencial es invisible a los ojos. Solo lo aprecian, quienes ven con el corazón. Ese fue el regalo que le dio un zagüate a un principito, que se lo encontró abandonado en un desierto. ¿Cuál de los dos estaría más sólo?
Estaba enrollado en mi cobijita, abrazado a mi osito de trapo, y me levantaron. Humanos y caninos tendríamos un rato de convivencia: el Día Comunal del Barrio Francisco Peralta.
Como buen fraile ora y labora. Tenía un mes cuando llegó al convento de unos franciscanos, en Cochabamba -Bolivia-, y lo adoptaron. Le encajaron un hábito café; hizo los primeros votos, y lo llamaron Fray Carmelo.
Esta semana me echaré en la casa. Aprovecharé para aullar algunas ideas, ladrar y ver -como todos los años- las pelis de Semana Santa, que le gustan a Mi Amigo, sobre todo la carrera de caballos en Ben Hur.
Toda la tarde la pasamos limpiando el patio. Demasiadas hojas. En el centro hay un enorme árbol, donde puedo orinar a gusto; está lleno de zacate para revolcarme a placer, y tierra suave donde pienso enterrar varios megahuesos.
El Año Nuevo Chino dos mil veintiseis iniciará el diecisiete de febrero, según calendario lunar tradicional utilizado en diversas culturas asiáticas milenarias.