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viernes, marzo 29, 2024
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Mascaradas, muertos y fantasmas

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Apenas escuché: ¡Viene el diablo!, alcé las orejas, moví de un lado a otro la nariz, gruñí y me pegué bien fuerte a las piernas de Mi Amigo, para protegerme del alboroto de humanos a mi alrededor, sobre todo sus escandalosas crías.

Un grupo de improvisados músicos desfilaba, sonaban trompetas y tambores; atrás venían unos muñecos cabezones y con batas de colores, eran una manada diabólica.

La Giganta, la Ñata o la muerte, el Cadejos, la Segua y el más horrible de todos: El Pisicuicas o Diablo, seguidos de algunas figuras que salen en la tele: políticos, futbolistas y alguna de esas “divas” de la farándula nacional.

Pensé que tenía una pesadilla por comer más “chuletitas” de la cuenta, o haberme masticado un huesotote; ¡No!, estábamos en medio de una Mascarada en el Paseo de los Estudiantes, o Barrio Chino, como le dicen ahora.

Esas tradiciones ticas me llaman mucho la atención, porque son una mezcla de antiguas festividades aborígenes y costumbres españolas, llenas de colorido, música, alegría, desenfado y chota.

Aparte de los muñecones, vi que los jóvenes y los niños tenían las caras pintadas de blanco, la sonrisa cosida, la nariz negra, ojos rojizos y parecían calaveras, o como me contaron: catrinas.

Ladré a Mi Amigo sobre eso y me dijo que las inventó -hace como cien años- un caricaturista mexicano, José Guadalupe Posadas, para burlarse de las clases sociales en ese país. La Catrina era una diosa azteca de la muerte.

Antes de seguir con las catrinas, les gruñiré que el 31 de octubre es el Día de las Mascaradas, eso que los gringos llaman Halloween; ninguna tiene relación entre sí, porque vienen de dos culturas diferentes, una es latina y otra anglosajona.

Halloween es la noche de brujas; viene de unas tribus muy antiguas que vivían allá en Europa, los celtas, y así daban la bienvenida al año nuevo; leí en ladrinet que esa palabra significaba: fin del verano.

En Estados Unidos, a mi pariente  Punky – o calabacita-, le pusieron así porque nació el 31 de octubre, y esa noche, las crías gringas, visitan las casas para pedir dulces y llevan calabazas encendidas, y dicen: “Truco o trato”.

Todas las costumbres están entrelazadas, y hay que ser tolerantes con cada una; eso que les conté de las catrinas es por el 2 de noviembre, o Día de Muertos que es una conmemoración católica y los mexicanos lo celebran a su estilo.

Es una festividad milenaria que ve la vida y la muerte como un viaje del Más Acá al Más Allá, y lo que más me gusta es que puedo comer boronas de pan de muerto, galletas y calaveritas de azúcar, tamales y empanaditas de calabaza.

No todo es parranda, también nos ponemos serios y vamos al cementerio, compramos flores y visitamos las tumbas de los humanos, personas que quisimos y fallecieron. Aunque solo mueren cuando las olvidamos

A veces me pregunto, como el poeta: ¡Adónde van los muertos, adónde van!

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