Mientras masticaba un huesote, reflexioné sobre la manera en que nos llevamos con los sapiens, y como -en este siglo 21- estamos dejando de ser mascotas, para convertirnos en miembros de la familia humana.
Apenas entré a la tienda lo vi, sentado junto a una taza de comida; me pareció de verdad. Así que lo encaré, olisquié y ladré. Era un basset hound -o hush puppies- pero sintético; con razón no respondió. Y del rabión, levanté la pata y lo oriné.
En la última romería -en el 2019- a la Basílica de Los Ángeles, quedaron abandonados en la calle 41 perros, una cifra levemente inferior a los 51 que fueron rescatados en el año 2018.
Cuando paseo por el “mall” y veo en los cines los anuncios de películas con protagonistas no humanos quedó con la lengua afuera. A nosotros nos gustan las de perros.
Soy un pata’e perro porque me gusta mucho andar en la vecindad; apenas capto la vibración del motor del carro que viene a llevarme de paseo -a 500 metros- mi cola se agita y siento mariposas en la barriga.
Si un hombre muerde a un perro, eso es noticia; al revés, no. Cada vez que escuchó esa afirmación, pienso en todos los caninos cuyas hazañas son ignoradas; ladro de camaradas inteligentes, valientes, amorosos y fieles hasta la muerte.
Ahí estaba yo. Bien sentado; con una camisa roja y viendo a la tribu humana enloquecida, el alboroto me zumbaba en la cabeza: pitoretas, tambores, gritos, sapiens de todos los colores y tamaños, por aquí y por allá.
Debo confesarlo. Me emociono mucho cuando Mi Amigo se va, y más cuando regresa; brinco, corro por toda la casa, me guindo de sus piernas, muevo la cola, jadeo, gimoteo y hago mil piruetas.
En las tardes, cuando estoy patas arriba en el sillón, recuerdo las veces en que Mi Amigo -para molestar- me ofrecía una golosina y yo, de ingenuo, me lanzaba como un torbellino, para buscarla por toda la casa.
El noticiero Repretel anunció que transmitirá una entrevista exclusiva con el extraditable Celso Gamboa, donde se revelarán detalles inéditos sobre sus reuniones y contactos.