Laura Sauma
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Ante la extendida creencia de que los políticos experimentados son la única alternativa viable, para liderar nuestras naciones y comunidades, la interrogante ciudadana debería ser: ¿Por qué aceptar pasivamente esa premisa?
En la actualidad, cuando enfrentamos desafíos causados precisamente por ellos, lo que se requiere, en cambio, son soluciones innovadoras y perspectivas frescas, en contraposición a la mera perpetuación de un sistema obsoleto e injusto, como el heredado de esos personajes.
¿Políticos experimentados? Si bien la experiencia puede ser valiosa, también resultaría una limitante; aquellos con trayectoria suelen estar enredados en el sistema, priorizando la conservación de sus posiciones, y cumpliendo con las demandas partidarias o de grupos de presión.
Esta situación puede conducir a un estancamiento en la toma de decisiones, y obstaculizar la implementación de soluciones novedosas.
Además, es común que estén desconectados de las necesidades del pueblo, inmersos en una burbuja, que distorsiona su percepción de la realidad. Es crucial reconocer que, muchas veces, su subsistencia está ligada a mantener -sin resolver- los problemas nacionales, perpetuando una ilusión de acción de su parte.
Preguntémonos: ¿Cuál presidente anterior a Luis Guillermo Solís, nuestro primer mandatario improvisado, ha velado verdaderamente por el bienestar ciudadano, o nos ha conducido hacia el progreso?; ¿Acaso Oscar Arias, con su Plan Escudo, que nos cuesta millones diarios en burocracia, y nos empujó a una reforma fiscal empobrecedora y agresiva?
¿Laura Chinchilla, con sus pérdidas millonarias en el mutuo acuerdo para la carretera a San Ramón, o el escándalo de La Trocha?; ¿Alguno de los arcángeles, quienes solo pensaron en cómo hacer negocios, y están libres gracias a que nuestro sistema judicial da pena?; ¿O Figueres, con su desvergonzada falta de memoria, y su huida al extranjero, para evitar la justicia?
Es evidente, que tanto en gobiernos con políticos experimentados como con improvisados, la corrupción, el despilfarro y la negligencia han sido la norma. Por ende, el problema no radica en la experiencia política per se, sino en la visión de país, y la voluntad para abordar los problemas nacionales, ya sea para solucionarlos de raíz, o para perpetuarlos.
Nuevas perspectivas, nuevas ideas. Para enfrentar los desafíos actuales, es crucial adoptar enfoques frescos y nuevas perspectivas. Los candidatos no políticos están en capacidad de aportar una diversidad de experiencias, y conocimientos de diferentes sectores, lo que puede traducirse en soluciones innovadoras y fuera de lo convencional.
Al no estar condicionados por el sistema, tienen la libertad de pensar de forma creativa, y desafiar las normas establecidas, lo que puede conducir a políticas más efectivas, y a una resolución eficiente de los problemas.
Es imperativo que estos candidatos emergentes estén respaldados por un equipo talentoso; líderes positivos, con una alta inteligencia emocional, y un profundo deseo de mejorar a Costa Rica. Deben estar familiarizados con estrategias exitosas, implementadas en otros países, y tener el coraje de enfrentar la resistencia de los sectores, que se benefician del actual statu quo.
Deben ser conscientes de las fallas sistémicas que aquejan a nuestra sociedad: tenemos una estafa piramidal por sistema de pensiones; un sistema de salud cuyo tiempo promedio de espera es de 500 días; un AyA que no protege fuentes de agua ni garantiza su disponibilidad o tratamiento; un sistema de justicia que se olvidó de su razón de ser, y un ICE que secuestró el progreso, para aferrarse a sus plantas obsoletas y evitar la entrada de la tecnología 5G.
Han de entender que nuestro sistema educativo está concentrado en el bienestar del personal, y no en el de los estudiantes; que la pobreza y la desigualdad están al alza porque se combate la creación de riqueza, y se le estorba a quien quiere producir… y podría seguir, pero la idea es clara: la inercia de lo que hicieron nuestros antepasados tenía fecha de caducidad, y hace tiempo que la pasamos.
Además, para que cualquier intrépido outsider tenga éxito, es necesario el apoyo popular. Por eso es importante como ciudadanía que -ante décadas de estancamiento y un país en crisis- no aceptemos discursos vacíos: es momento de actuar con determinación y valentía.
Operar fuera del sistema. Muchas veces, el sistema político actual coarta la implementación de soluciones innovadoras. Los políticos experimentados suelen tener ataduras que les limitan su capacidad para tomar decisiones arriesgadas.
Por otra parte, la corrupción y los intereses creados pueden entorpecer aún más la adopción de medidas efectivas. En ese sentido, optar por candidatos incipientes puede romper estas limitaciones, y abrir paso a nuevas soluciones y enfoques. Sin embargo, debemos estar preparados para enfrentar la resistencia que conlleva el cambio; y estar conscientes de que, en caso de darse, la medicina será amarga.
Si como ciudadanos estamos dispuestos a pagar el precio del cambio, un equipo de líderes comprometidos podrá guiarnos hacia un nuevo horizonte. Pero es importante reconocer que muchos se verán afectados por esas transformaciones, desde empleados públicos hasta empresarios y medios de comunicación, que se benefician de lo establecido; más la resignación ya no es una alternativa.
Seleccionar a candidatos sin carrera política puede conllevar numerosas ventajas. Esos individuos suelen tener una mentalidad empresarial, orientada hacia la eficiencia y la rendición de cuentas. Además, al carecer de una agenda preestablecida, son más accesibles para la población en general, lo que fortalece la confianza y el compromiso ciudadano con la política.
Más, aunque esto sea una propuesta atractiva, enfrenta barreras significativas, tales como la falta de financiamiento y apoyo partidario, así como la inexperiencia en campañas. Superarlas requerirá cambios en las leyes electorales, y una mayor apertura por parte de los partidos tradicionales. Así, solo a través de la presión ciudadana se mejorará la oferta política.
Capacidad sobre experiencia. Por otra parte, para lograr un cambio real es esencial empoderar a los votantes. Estos deben informarse sobre las cualidades y habilidades de los candidatos, más allá de su experiencia política. Además, deben exigir cambios en las estructuras que antepongan la excelencia y el servicio, en lugar de resultados inmediatos o promesas vacías que se desvanecen con el tiempo.
Es hora de desafiar al sistema establecido, y abrirnos a la posibilidad de elegir a nuevas candidaturas, pero capacitadas; pues solo así podremos construir un futuro mejor para Costa Rica, superando los obstáculos que enfrentamos como país.
Atrevámonos a cambiar la receta, porque este país vale la pena. Es urgente que la razón tenga representación en nuestro sistema político; necesitamos un combinado de ciudadanos valientes que demuestren liderazgos inteligentes, honrados y competentes.
El pesimismo es el mayor aliado del populismo y, aunque el optimismo no está de moda en este mundo con una guerra nuclear en ciernes, los amenazantes efectos del cambio climático y otro sinnúmero de catástrofes posibles, es lo único que nos brinda fuerza para confiar en que tenemos todo para salir adelante, y mejorar nuestra sociedad.
Es hora de romper con las viejas estructuras, y dar paso a una nueva generación de líderes comprometidos con el cambio de receta política. Necesitamos candidatos que estén dispuestos a escuchar a la ciudadanía, a trabajar en conjunto para encontrar soluciones a los actuales desafíos, pero no viendo por el retrovisor para tratar de solucionarlos.
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