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jueves, marzo 28, 2024
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Mascotas: La hora más grande del planeta

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Argos, de la Casa de Ulises

Toda la tarde la pasamos limpiando el patio. Demasiadas hojas. En el centro hay un enorme árbol, donde puedo orinar a gusto; está lleno de zacate para revolcarme a placer, y tierra suave donde pienso enterrar varios megahuesos.

Llegó la noche y algo me ladraron de un apagón; aullé para mis adentros que -como estamos estrenando casa- había problemas con la electricidad, o las luces.

Nada de eso. Se trataba de “La hora del planeta”. A eso de las 8:30 de la noche, cuando estaba dando vueltas -listo para dormir- todo quedó a oscuras; paré las orejas y las moví, por separado, para detectar los ruidos.

El silencio es el mejor sonido. Algo tramaban en esta manada, y no me habían ladrado toda la verdad, así que me preparé para olisquear lo que ocurría, porque a mi nadie me agarra panza arriba.

La caja parlante de la pared, por donde salen unas figuras de colores todo el día, quedó negra. Bajé con cuidado para no caer rodando por las escaleras, y llegué a la cocina. Tampoco sonaba el armatoste de donde sacan mis ricas latitas de pollo.

Olfatié debajo del cajón, ahí los sapiens lavan esa piel que se quitan y se ponen, y me di cuenta de algo extraño: nada sonaba.

Esa cajita que los humanos cargan todo el día en la mano, cuando van al parque o salen a caminar con mis camaradas, y que sufren cuando la pierden o se apaga, también dejó de moverse, como si de pronto todo se hubiera detenido.

A tientas salí al patio y vi unos palos encendidos; el fuego es peligroso, así que aullé, para advertir a mi manada del incendio. En eso me agarraron del trasero y me levantaron, para que viera las antorchas. Me tranquilicé y dejé de jadear.

Por lo que estaban ladrando entre ellos, a esa misma hora, en todo el planeta, millones de humanos apagaron todos los aparatos eléctricos, de baterías, las luces, y por 60 minutos, la Tierra se “desenchufó”.

Algo es algo gruñó un perro. Nosotros mantenemos un contacto directo con la naturaleza; en mi caso la huelo todo el día, identificó los cambios de temperatura con las almohadillas de mis patas, me restriego contra ella y recojo mis desechos.

Bueno, eso lo hace Mi Amigo, que lleva un rollito de bolsas plásticas -biodegradables que llaman ellos- para limpiar el suelo, la acera o el lugar donde atiendo el llamado del cuerpo.

Aparte de apagar las luces y desconectar los aparatos eléctricos; en “La hora del planeta”, lo ideal es sembrar un árbol, ahorrar agua -en el baño, la pila o cuando riegan el jardín-, reciclar las bolsas, usar servilletas de tela y cuidar la Tierra.

Mi Amigo me ladró unas palabras del Gran Jefe Seattle -de la tribu de los swamish- quien escribió una carta al otro Gran Jefe blanco de Washington: “Todo lo que ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra”.

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