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Nunca digas adiós. Joven, migrante, pobre, sin hijos y viuda. Una situación difícil para una mujer, allá por el año 1,200 a.C. Rut, era una moabita; se casó con Mahlon, hijo de Noemí; su esposo, Elimelec, y el otro retoño, Quelión, murieron.
Sumada a esa tragedia – según el relato bíblico- una hambruna obligó a las dos mujeres a regresar a la ciudad de Belén, porque en Judá había buenas cosechas, y -tal vez- la posibilidad de rehacer sus vidas.
En ese momento Rut tomó varias decisiones, que la llevarían a ser- mediante una cadena de sucesos- madre de reyes.
Lo primero que hizo fue cortar con el pasado, dejarlo atrás; tener determinación, escuchar a su mentora -Noemí-; estar convencida de que siempre hay oportunidades y correr riesgos.
Noemí intentó disuadir a Rut, tal como hizo con Orfa -viuda de Quelión. Ella estaba dispuesta a dejar a su tribu, amigos, familia, cultura y dioses; y pronunció uno de los mejores discursos sobre la lealtad, el servicio y el amor.
Rut dijo: “No me pidas que te deje y regrese a mi pueblo. Adonde tu vayas, yo iré; dondequiera que tu vivas, yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tu mueras, allí moriré y seré sepultada. Solo la muerte nos separará.”
Las dos mujeres rodearon el Mar Muerto, cruzaron el río Jordán, subieron las montañas de Judá y llegaron a Belén, donde los amigos de Noemí las recibieron con alegría; tenían diez años sin verla.
Era el tiempo de la cosecha de cebada y Rut fue a los campos a recoger el grano, que los segadores dejaban caer al suelo; también, existía la costumbre de que los agricultores dejaran algunas espigas, para beneficio de los pobres.
A una de las faenas llegó Booz, dueño y rico propietario de la región. Vio a Rut y le agradó; le dijo que nadie le haría daño y podía beber agua, en sus pozos y manantiales. Al mediodía, Booz compartió su almuerzo con la joven.
Previo a partir, advirtió a los jornaleros: “Cuando estéis cosechando, dejad algunas gavillas para ella, y soltad algunos haces para que pueda recogerlos.”
En la noche, Rut le contó a Noemí el buen trato recibido de Booz y esta le dijo, que el acaudalado hombre era un pariente cercano, en la línea de los difuntos Elimelec y Mahlon.
El tiempo hizo lo suyo. Booz se enamoró de Rut, se casaron y Noemí -que significa dulzura, en hebreo- se fue a vivir con ellos.
Pasaron los años y la pareja tuvo un hijo, llamado Obed, este engendró a Jesé, quien sería el padre del Rey David.
Esa es la recompensa a la lealtad, la gratitud, el compromiso; y de como una viuda joven -y extranjera- llegó a convertirse en la bisabuela del rey más grande de Israel; gracias a su fe, trabajo, determinación y servicio desinteresado.
Rut demostró, que a pesar de las situaciones adversas, se pueden obtener grandes logros.
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