Argos de la Casa de Ulises
Estas noches de diciembre están frías y ventosas. Así que me abrigué y nos fuimos al Festival de La Luz; nunca había visto algo semejante, por el colorido, la música y las felices familias humanas.
Los pocos camaradas que andaban por ahí eran de mi tamaño, y casi todos estaban en brazos de los sapiens; algunos tenían bufandas, gorros, chalecos y -me pareció- ver a uno con anteojos de fantasía.
Pero lo que más me impresionó fue la mariscala, una científica -Sandra Cauffman, quien de niña pasó muchas necesidades materiales, pero su mamá -Doña Jerónima- la motivó para que estudiara y pudiera superarse.
Cuando Sandra entró a la Universidad, le dijeron que no podía estudiar ingeniería, porque eso no era para mujeres; pero ella siguió con su idea y se fue a Estados Unidos, donde realizó sus sueños.
Tanto, que desde hace años trabaja en la NASA y participó en el proyecto que envió un satélite a Marte. Esa historia que me aullaron, es como un cuento mágico.
En esta Navidad siento a los ticos más entusiasmados, seguro porque es la primera vez -después de la pandemia- que pueden celebrar sin restricciones; nosotros colocamos más luces en el jardín, y es como un cielo estrellado.
Hace muchos años -dice Mi Amigo- la Navidad estaba relacionada con cuestiones religiosas; con el paso del tiempo los regalos, las comidas, los paseos y la diversión desplazaron esas costumbres.
Como los perrunos no somos consumistas -pues vivimos con poco y disfrutamos todo lo que tenemos- lo que más nos gusta de estas celebraciones humanas, son las reuniones familiares.
A lo largo del año las personas pasan muy atareadas, concentradas en su trabajo, estudios y otras responsabilidades; no es mi caso, pero otros perrunos pasan encerrados en las casas, y apenas salen un ratito a estirar las patas.
Lo bueno de La Navidad consiste en que siempre es la misma: el portal, el arbolito, los adornos, las fiestas; esta tradición pasa de un sapiens a otro, y así las generaciones permanecen unidas por algo en común.
Por eso es que la Nochebuena perdura, y en todo el mundo -eso dicen en ladrinet- los humanos esperan ese día, porque va más allá de las cuestiones materiales, que algunos tanto mastican.
Las festividades -en general- permiten a los cachorros humanos iniciarse en las costumbres familiares, aprenden a compartir los mismos valores, y a reproducirlos en su vida.
Olfateo en el aire la gratitud, la generosidad y la solidaridad; esas son actitudes que en estos días saltan dentro de la gente; percibo que los humanos andan con la idea de dar a los demás, lo mejor que llevan dentro de sí.
Eso nos pasa a los caninos, nos gusta darnos a nuestra manada; alejar la nostalgia y la tristeza con un batir de cola; y pintar en el rostro de nuestros amigos la ilusión y la esperanza.
En Navidad todos volvemos a ser niños y cachorros, porque la niñez es nuestro paraíso.
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