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viernes, marzo 29, 2024
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Discos de amor no a mordiscos

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Argos, de la casa de Ulises

El otro día salí al parque, suelo caminar en tres sesiones diarias para estirar patas, olisquear el aire y responder al llamado de la naturaleza.

Libre de la correa me lancé tras Max, un salchicha de muy mal carácter que apenas me ve intenta hincarme una dentellada, sin éxito porque está demasiado pegado al piso.

Al rato vi a Uma, llamada así por la actriz de Kill Bill, y, que de no ser por la cola enhiesta, serían gemelas. Es una mescolanza de french poodle con callejeros, blanca, colochuda y un rabo parado, como un mástil.

No recuerda su edad pero si que estuvo como un año abandonada en una construcción, amarrada a un fierro, sufrió las inclemencias del tiempo y en las noche debía cuidar el lugar a cambio de comida y dormida.

Recordé una charla de la primatóloga Jane Goodall; según sus investigaciones científicas los animales sienten, sufren dolor, tristeza, abandono, depresión. También transmiten alegría y algo llamado conexión espiritual.

A Uma la rescató una pareja de humanos y la trata como a una princesa, la mitad del año vive en Puerto Viejo – un lugar que un día conoceré- y el resto en San José, cerca de mi casa.

Desde hace 35 mil años los caninos convivimos con los sapiens, en una relación de ayuda mutua, con sus cercanías y distancias; pero, de un tiempo para acá, esa coexistencia se está convirtiendo en sobrevivencia: para nosotros.

Las peleas de gallos, la tauromaquia, las peleas clandestinas de perros, la crianza de pollos, cerdos, reses, y el tráfico de aves exóticas, son apenas una muestra de la agresión que sufrimos por parte de los humanos.

El maltrato animal es el primer paso a la violencia social humana; los niños quienes agreden mascotas, sobre todo perros y gatos, harán lo mismo con sus semejantes y refleja severos trastornos mentales.

La crueldad origina violencia y esta delincuencia. No todos los maltratadores acaban como asesinos en serie, pero todos los criminales tienen antecedentes de agresiones animales.

Mientras mordisqueaba un periódico leí que en Jamaica, en el 2021, murieron asesinadas 1463 personas; pero del 2005 al 2017 – ¡Doce años!- los pitbulls mataron en Estados Unidos 284 humanos, nada que ver con su atroz reputación.

Todavía tiemblo como un cachorro mojado cuando recuerdo la vez que se me vino encima un perrote peludo, amarillo y carón. Casi me engulle de un bocado.

Fuera de esa anécdota los animales solo damos cariño, generosidad, tranquilidad, no pedimos nada a cambio, solo la dicha de estar al lado de un humano con el cual, por una razón inexplicable: ¡Conectamos!

Bien decía Diógenes de Sínope, el cínico: Más conozco a los hombres, más quiero a mi perro.

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