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Vida de perros

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Argos, de la Casa de Ulises

Cuando paseo por el “mall”  y veo en los cines los anuncios de películas con protagonistas no humanos quedó con la lengua afuera. A nosotros nos gustan las de perros.

Por eso, mientras comíamos una hamburguesa, ladramos un rato sobre las estrellas peludas más conocidas, y ambos coincidimos en que desde la invención del cine , personas y caninos, actuaron juntos.

De todas las que hemos visto, para mí, las más entrañables – y tal vez las primeras en que fuimos protagonistas y nos robamos el corazón del público- fueron las de Charles Chaplin. La mejor fue “Vida de perros”, de 1918.

Parece que desde hacía años el “único genio el cine”, como apodaban a Chaplin, deseaba actuar con un can, pero necesitaba un artista de primera línea. Pensó en un Salchicha, un Pomeranian, un Poodle, un Boston Terrier y hasta un Bulldog Inglés.

Charlot interpretaba a un desempleado, pobre, sin casa y con tanta hambre que debía robar la comida; por eso buscó una pareja como él y “entrevistó” a 21 canes de la perrera municipal de Los Ángeles, y se los llevó a su casa para observarlos.

Los vecinos se quejaron por el alboroto que armaban en las noches; después de varias pruebas redujo la cantidad a doce. Al final se quedó con una perrita callejera, a la que llamó Mutt, muy chispa y aprendía con rapidez todos los trucos y diálogos.

A ella le dieron el papel de “Scraps” -residuos-; una mestiza que Charlot rescató de una jauría que la perseguía para matarla, y los dos traban una amistad amordiscos. Eran dos seres abandonados a su suerte, y solo se tenían uno al otro para sobrevivir y cuidarse.

Mi amigo y yo reímos al recordar la escena en que los dos deciden entrar a una soda, y como a Scraps no la dejan, Chaplin decide esconderla entre sus pantalones. Todo va bien hasta que el rabo de Scraps se sale y parece que Charlot tiene cola.

En ese lugar el vagabundo se enamora de una cantante, Edna Purviance. Después, unos ladrones roban la billetera de un borracho millonario; Scraps -la heroína- descubre donde escondieron el dinero, lo desentierra  y se lo entrega a Charlot.

La película fue un batazo, tanto que Mutt pasó el resto de su vida en la casa de Charlie y formó parte del personal de los estudios de cine.

Amante de las mascotas, el actor decidió incluirlas en casi todas sus producciones, una de ellas fue “El campeón”, donde compartió comida con un bulldog; y en “La Quimera de Oro”  disputó a dentelladas -sobre una mesa- un hueso enorme con un can muy enojado.

Me contaron que hay países donde uno puede entrar al cine, comer golosinas y disfrutar con los humanos; y me ladraron que hay cintas grabadas a la velocidad y con el sonido adecuado para que nosotros -los perros- podamos verlas y escucharlas.

Ir al cine, junto con Mi Amigo, eso si sería una vida de perros.

Chaplin decide esconder a Scraps entre sus pantalones

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