Argos, de la Casa de Ulises
Cada perro es un mundo. A uno le ladran historias de humanos que -sin manos- sostienen los pinceles con la boca y pintan obras de arte; o el científico que usaba una computadora para hablar; muchos casos de superación de la adversidad.
Nada los detiene; viven con intensidad y alcanzan éxitos notables. ¿Cómo lo hacen?; eso le ladré a Mi Amigo, una noche cuando repasábamos el día y sus acontecimientos.
Justo en la mañana fuimos a un parquecito recién abierto, con un portón azul enorme, donde hicieron unas lomitas -con aceras y gradas- y en el cucurucho hay unas banquetas y mesas, para mirar desde ahí la ciudad.
Al lugar llegan varios camaradas -por lo que me ladraron- a pasear con los sapiens; mientras ellos conversan nosotros correteamos entre las plantas, olisqueamos las flores y marcamos el territorio con nuestros olores.
Me parece que ese día había como seis; recuerdo a Benito -muy callado y tímido-, pero en especial trabé amistad con Koi, un canino con la energía de una manada y el corazón de un gigante.
Entre ese alboroto de voces humanas y ladridos perrunos me contó que vivió cuatro meses en un albergue, donde compartía con otros caninos; unos eran como huéspedes de un hotel.
Él se fue a otro hogar y ahí es el “chineado” de la casa; tiene su propia cama, le encanta comer zanahorias y todos los cuidados médicos necesarios, porque nació con una pata delantera inmóvil y el doctor recomendó operarla.
Una vez ladramos, Mi Amigo y yo, de un hombre que estuvo preso durante una guerra -creo que se llamaba Viktor Frankl- quien decía: “Cuando no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos.”
Así como aprendemos de los humanos, ellos pueden recibir lecciones nuestras, porque los caninos nos acomodamos a todas las situaciones, y como Koi, nunca perdemos las ganas de correr, dormir, jadear, ladrar, oler, mordisquear.
Siento que Koi jamás bajó las patas. Solo pidió ayuda para tener una vida digna; disfrutar de un hogar y alegrar a su familia humana, así como hacemos con ellos, cuando necesitan de nuestras habilidades y capacidades.
Cuidamos sus crías, propiedades, localizamos personas extraviadas o accidentadas, guiamos a no videntes, damos compañía psicológica y ahora -según estudios serios- podemos detectar enfermedades, con mucha exactitud.
Dice Mi Amigo que cuando aceptamos, enfrentamos y superamos las adversidades, salimos fortalecidos para vivir con seguridad y confianza, pero eso solo es posible si tenemos una motivación.
Una vez vimos una película -Mi pie izquierdo- basada en la vida de Christy Brown; un poeta irlandés quien padeció una severa parálisis cerebral; logró superar todas las barreras y llegó a ser un gran escritor y pintor.
Por dicha mis ancestros eran terrier y nos encanta corretear y saltar, solo así puedo seguirle el ritmo a Koi, que cuando lo llaman para volver a su casa, sale del parque brincando en sus tres patas, con la lengua afuera y los ojos brillantes, de felicidad.
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