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¿Sabes qué hora es?

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Argos, de la Casa de Ulises

Antes de que el sol despunte Mi Amigo despierta. Yo, abro el hocico, saco la lengua, bostezo y estiro mis patitas. Retomo el sueño; aún no es hora de levantarme, ni comer, ni salir a callejear. Me echo otra “cabeceadita”.

Los humanos miden el tiempo con sus relojes; los caninos no necesitamos esos aparatos, porque tenemos uno infalible: la nariz.

Mi Amigo cuenta que los hombres meditan mucho sobre el tiempo, qué es, cómo medirlo, si existe, y cuestiones que no van con mi manera de ser tan sencilla y práctica. Yo huelo el tiempo.

Me chupo la nariz para mantenerla hidratada, así puedo percibir el vaivén de los aromas, que llegan cuando abren y cierran puertas, ventanas, o salgo al jardín y los aspiro; en otras es al ladrar a quien se atreve a invadir mi espacio.

Poseo un reloj biológico muy sofisticado, con un sistema de alarmas que se activan según la ocasión, y así puedo “recordar” la hora de mis caminatas, la comida o si Mi Amigo salió y el momento de su regreso.

Si los sapiens nos observaran, con la misma atención que los caninos lo hacemos con ellos, podríamos comunicarnos mejor. A lo largo del día monitoreamos lo que pasa alrededor nuestro, y detectamos el paso del tiempo.

Tengo mi rutina bien clara y se cuándo debo cumplirla. Si me apetece salir, rasco el brazo de Mi Amigo con mis patas delanteras y lo veo fijamente; si me evade, insisto hasta lograr mi propósito y que diga: ¡Bueno, salgamos un ratito!

Puedo distinguir el día de la noche por el cambio de temperatura; mi cuerpo es muy sensible a esas variaciones; por eso me encanta el baño con agua tibia y detesto salir bajo la lluvia, más si es de noche. Debo salir abrigado o estornudo.

Mi super olfato, que contiene un sensor de calor, me permite reconocer los aromas ambientales y diferencio el olor del desayuno, el del almuerzo y apenas Mi Amigo abre un paquete de golosinas, corro hacia él para compartirlas.

Otra manera de captar el tiempo es por medio de los gestos, poses, y movimientos corporales de los humanos; llevo un registro visual de la secuencia de acciones realizadas por Mi Amigo, acordes con sus actividades.

Todas las mañanas viaja en carro; al regreso sé que me toca salir a mi primera caminata; si no ejecuta sus ejercicios es porque saldrá temprano. Cuando ya no está, detecto la ausencia de su olor y los sonidos que él emite.

Percibo su regreso cuando está por lo menos a 400 metros, y por una mezcla de datos: el ruido del motor; la puerta corrediza; si viene a pie, por el sonido de la llave al entrar en la cerradura, pero lo esencial es su olor.

Apenas abre estoy de primero para recibirlo, extiendo mis patas hasta sus rodillas para abrazarlo y él acaricia mis bigotes, me alza y nos vemos a los ojos.

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