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viernes, marzo 29, 2024
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Ni perro ni mascota: un perrhijo

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Imagen tomada de internet

Argos, de la Casa de Ulises

Me gusta ser como soy. Mi Amigo nunca me presenta como su mascota, siempre dice: ¡Él es Argos!, y yo muevo la cola de emoción.

Cada día los caninos somos parte de las familias multiespecie, hasta nos llaman “perrhijos”; según “Ladrinet”, esa palabra la inventaron en México porque los millenials prefieren compartir su vida con uno, o varios, de nosotros.

Pienso en eso cuando me muerdo la pata. Resulta que en este país somos 1,320,310 caninos -con dueño como dicen los sapiens- y apenas hay 965,214 niños menores de 12 años, según me contó Mi Amigo.

Debo aclarar que tengo una “mamaperruna”, se trata de una humana, porque a mi madre natural no la veo desde que tenía tres meses.

Ella tenía el pelo plateado, como yo, y recuerdo que me enseñó a sentarme y poner cara de obediente, para que me dieran una galleta de premio. Por dicha ahora me complacen en todo y no debo hacer esos shows.

Uno se da cuenta que es un “perrhijo” cuando llevan al día nuestro registro de vacunas; en lugar de ir al pediatra, saben las direcciones de los veterinarios más cercanos, por si acaso hay una emergencia.

Otros signos son tener un vestuario variado, dormir en la cama a pata suelta, salir cuatro veces diarias -con sol o lluvia-; escuchar música y recibir masajes en el lomo; disfrutar de comida especial y “golosear” debajo de la mesa.

Con solo escuchar un ladrido conocen el estado de ánimo, y la conexión es tan grande y fuerte, como imposible de explicar a quien piensa que los caninos somos animales peludos, con cuatro patas y cola.

Esa relación es la única capaz de explicar, porque Lady Gaga ofreció $500 mil de recompensa por el rescate de sus bulldogs franceses, e insistió en capturar a los delincuentes que secuestraron a sus dos perros, e hirieron al cuidador.

Una vez que la policía los detuvo, Gaga siguió adelante; llevó a juicio a los asaltantes. Hace poco condenaron a seis años de prisión al segundo de ellos.

A mi me parece maravilloso las parejas con niños y los veo felices en el parque, mientras correteo con unos de mis compinches: Ari y Oliver, dos Beagle ancianitos que a duras penas caminan; o Nala, una morenita rescatada de la calle.

Criar “perrhijos” es parte de un cambio social muy grande, relacionado -tal vez- con el mundo digital propio del siglo 21; a la frialdad de las tecnologías se opone el “calor” que transmitimos a los sapiens, al cariño y al respeto de su libertad.

En una de nuestras ladricharlas mañaneras Mi Amigo me contó de una película -El hombre bicentenario- en la cual un robot termina convirtiéndose en un ser humano.

Puede que algún día -por evolución o tecnología- podamos ser una especie híbrida, mitad caninos y mitad sapiens, y podamos comunicarnos aún más claro con los humanos, para demostrar todavía mejor nuestra especial inteligencia.

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