A gruñidos salí debajo de las cobijas; nada me hace menos gracia que sacudirme y salir a la calle, con viento, frío y sueño.
Pero pudieron más las ganas de echarme una pata al aire, y nos fuimos en manada al Paseo Colón, porque un humano inventó cerrar esa avenida y darle “¡Puertaaaaa!” -como dice en las corridas de toros- a una estampida de gente.
Los sapiens me causan asombro, por la facilidad con que pasan de estar encerrados toda la semana en sus casas, oficinas, centros de estudios o la guarida preferida, y el sábado y el domingo corren como si hubieran estado amarrados.
Ni siquiera me pasa por las orejas lo que es estar encadenado; algunos camaradas me cuentan de otros caninos -forzados por esclavistas- a pasar la vida atados -del pescuezo- a un poste.
En menos de lo que ladra un chihuahua llegamos al lugar; la multitud invadió el espacio y lo llenó de música, juegos, rampas para ciclistas, tableros gigantes de damas chinas, patinetas y -para variar- miles de paisanos.
Oficialmente estrené el arnés de pastor alemán, que me regalaron cuando fui a la feria de mascotas; también, el bolso donde mi mamaperruna me transporta, es como una especie de perrijet ejecutivo.
Así me refugio del viento, que me saca los calambres; este mes, entre el ventolero, el calor y los temblores me tienen bastante tenso; vi el alineamiento de Venus, Júpiter y la Luna, y Mi Amigo dijo: señales en el cielo, desgracias en la tierra.
Estas caminatas me permiten olisquear, gruñir y deshuesar a los sapiens, mientras los observo en sus extraños juegos, sobre todo las patinetas y las piruetas que hacen sobre unas tarimas.
Y en eso que vuelvo los ojos y lo vi; tiré de la correa y me fui jadeando adonde Kenneth Tencio, lo reconocí por que sale en la tele. Él quedó en cuarto lugar en la competencia de BMX, en los Juegos Olímpicos de Tokio, en el 2020.
Me agrada compartir con las familias perrihumanas, me pareció que había tantas personas como perros.
Los humanos se ven, se dan la mano o si son muy conocidos se abrazan y besan en los cachetes; solo que ellos no llevan un registro -como nosotros- del olor de cada uno.
Tal vez ellos, cuando nos ven olisquear el trasero de otro canino o meter las narices entre sus patas, piensan que es antihigiénico, pero es así como nos saludamos, e intercambiamos tarjetas de presentación.
Hoy trabé amistad con varios, y quedamos de estar en contacto por medio de ladrinet; nuestra red social de información. Cada noche, cuando alguno de nosotros ladra, va pasando la voz, de hocico a orejas y así corre por todo el país.
El paseo matutino terminó como me gusta. Al final, mi mamaperruna me invitó a una jugosa hamburguesa -detesto los “perros calientes”-, y mis bigotes quedaron embarrados de la doble torta de carne, el pan… engorda.
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