Imagen por Douglas Magno
Río de Janeiro, Brasil La primera vuelta de las presidenciales en Brasil mostró que el bolsonarismo, movimiento ultraderechista nacido hace apenas unos años con su líder Jair Bolsonaro, está bien implantado en el mayor país de América Latina, opinan analistas.
Contradiciendo las encuestas, el mandatario pisó los talones al favorito, Luiz Inácio Lula da Silva, al obtener 43% de los sufragios, frente al 48% de rival izquierdista.
Además, sus aliados obtuvieron resultados inesperadamente elevados en las elecciones legislativas y a gobernadores celebradas paralelamente.
Bolsonaro obtuvo 1,7 millones de votos más que en la primera vuelta de 2018, una marca que el mandatario dijo haber logrado “contra todo y contra todos” este lunes en Twitter.
“Esta elección demuestra cuán arraigado está el movimiento conservador en Brasil. Incluso si Bolsonaro termina dejando la presidencia (perdiendo en la segunda vuelta contra Lula), el bolsonarismo se mantendrá”, pronosticó en una columna en el diario Folha de S. Paulo la socióloga Angela Alonso, de la Universidad de Sao Paulo.
– “Más a la derecha de lo previsto” –
Las elecciones de 2018 ya habían sido marcadas por una ola ultraconservadora, atribuida principalmente al rechazo al Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, manchado por escándalos de corrupción.
Aunque también a factores más coyunturales, como la circulación masiva de falsas informaciones o la cuchillada que Bolsonaro recibió durante la campaña, que disparó su popularidad.
Pero los resultados del domingo muestran que el bolsonarismo no “fue solo un rayo en el cielo azul, es decir, alguien que ganó por circunstancias de todo tipo”, dijo Jairo Nicolau, politólogo de la Fundación Getulio Vargas, al portal Nexojornal.
Bolsonaro logró mucho más que capear las crisis que marcaron su mandato, como su negacionismo ante la pandemia que mató a 686.000 personas en el país o la disparada de la pobreza y el hambre en el país.
Casi la mitad de los senadores elegidos el domingo (15 de 27) son del Partido Liberal (PL) de Bolsonaro o aliados.
Entre ellos hay varios de sus exministros, como Tereza Cristina (Agricultura), o el exastronauta Marcos Pontes (Ciencia y Tecnología). El vicepresidente saliente, Hamilton Mourao, también ganó un escaño en la cámara alta.
Igualmente, fueron elegidos exmiembros del gobierno de Bolsonaro muy polémicos, como Eduardo Pazuello, quien estuvo al frente del Ministerio de Salud durante los peores días de la pandemia, de mayo de 2020 a marzo de 2021.
Este general fue especialmente señalado por una comisión de investigación del Senado por su reacción, considerada tardía, ante la escasez de oxígeno que provocó la muerte por asfixia de decenas de infectados en enero de 2021 en Manaos.
Muy discreto durante la campaña, Pazuello se benefició del fuerte apoyo del presidente para obtener el segundo mejor puntaje en las elecciones legislativas de Rio de Janeiro.
– “Dios, patria, familia” –
Nicolau dijo a la AFP que “una pequeña parte de los brasileños es extremista, pero el bolsonarismo es sobre todo un movimiento de expresión del conservadurismo del país”, en reemplazo de partidos tradicionales de centroderecha como el PSDB, del expresidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2001).
“El PSDB era un partido de élites, con muy poca penetración en el tejido social. Ahí es donde Bolsonaro marca la diferencia: es un verdadero líder popular, como hace tiempo no tiene la derecha brasileña”, agrega Mayra Goulart, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Federal de Rio de Janeiro.
El bolsonarismo está particularmente arraigado en el electorado evangélico, sensible a su discurso ultraconservador y su lema de campaña “Dios, patria y familia”.
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