Las formas suavizan las relaciones personales y sociales, pero aún más las políticas, tal como aconsejaba el literato español, José Miguel Martí, en uno de sus libros sobre el protocolo y el saber estar.
De un tiempo para acá se impuso el estilo “progre”, consistente en demoler todas las solemnidades, ritos, ceremonias y cuanto tenga relación con las maneras externas con las cuales el político se comunica con la masa.
Hubo una época en que el líder podía comunicarse “tête à tête” -como dicen los expertos- con sus seguidores; cara a cara, sin biombos, telones ni abismos.
Conforme el individuo dio paso a la masa, el líder varió su comunicación y pasó a usar los símbolos y los rituales para llevarles su mensaje, y gestionar los acuerdos necesarios para gobernar.
Esto no lo inventaron los gurúes, ni nació con interné; existe desde que el primer cavernícola comprendió que para liderar al resto de la cazadores-recolectores nómadas, además de sus buenos garrotazos, era necesario el gesto, el vestuario, el lenguaje.
El ritual cumple una función sociológica, reforzando las estructuras sociales. En cualquier colectividad, los ritos codifican y expresan experiencias básicas, cosmovisiones, valores y actitudes vitales para su supervivencia y reproducción.
Por eso el Traspaso de Poderes sucedía en el Estadio Nacional -al menos desde 1949, aunque en cinco ocasiones fue en otros sitios- para demostrar al mundo que Costa Rica vivía una democracia a lo ateniense del Siglo de Pericles.
El viejo y el nuevo estadio permitían que el pueblo -el soberano como le dicen ahora- fuera el actor principal del cambio de timón, y que las delegaciones vieran en vivo la idiosincrasia del tico en su máxima expresión.
Vale decir que antes de 1949 el Traspaso se realizaba en el Congreso, sin que fuera a causa de la austeridad, porque el estado costarricense, desde que se fundó, nunca ha sido boyante.
Cada cuatro años la democracia se rejuvenece, y en esta ocasión más que nunca porque un partido con solo dos años de fundación, Progreso Social Democrático, alcanzó la victoria e instaló a su candidato en el sillón presidencial.
Un baño de multitudes nunca cae mal a un político para iniciar con buen pie su mandato; y el pueblo desea un presidente capaz de conocerlo, de sentirlo, de expresarle su afecto y propiciar una relación estable durante cuatro años.
Debemos respetar la liturgia, que, según el diccionario: es la manera en que el sacerdote da la misa.
Por eso el cura, por el momento, no oficia en camiseta ni los feligreses visten ropa de playa o a su aire, si no con las formalidades del caso para cronopios y famas.
En la liturgia política el pueblo es el primer actor de la democracia, dejarlo afuera, es convertirlo en un convidado de piedra.
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Por qué no figura el nombre de Presidente saliente.? Todo muy hermoso.. Lloré de emoción…. Pero donde Qued Don Alvarado que no lo mencionan?