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viernes, abril 19, 2024
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Hay golpes en la vida…

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Argos, de la casa de Ulises

Las malas noticias vuelan. Estaba a punto de echarme al buche una golosina con forma de vainica, cuando me ladraron: “¡Dante está triste, no come, vomita, se tragó un sapo!”.

Nunca he visto en mi vida un batracio, así que ni idea de lo que se “jartó”. De inmediato Mi Amigo ordenó que lo llevaran al veterinario, y lo atendieran sin reparar en gastos, porque ningún canino merece morir por descuido de un humano.

Conocí a Dante en una casa de campo, allá por Orotina, un día que me llevaron a pasear, y como soy un citadino, preferí no volver porque el calor es sofocante y carezco de espíritu campestre.

Era un cachorro de un año, mezcla de mil razas y cara de staffordshire bull terrier venido a menos. Piel café clara y buen plante. Olía a Mi Amigo y salía en desbandada para tumbarlo, darle un concierto de lengüetazos y mearse de la emoción.

Es probable que Dante esté enfermo porque quien lo cuida olvidó desparasitarlo y, en especial, nunca lo vacunó a tiempo contra enfermedades mortales, que nos acechan y fulminan en un dos por tres.

Si bien los caninos somos muy resistentes dependemos de los sapiens en esas cuestiones, para tener una vida larga y de calidad; incluso, podemos transmitir enfermedades a los humanos. El cuidado es mutuo.

Dante todavía está internado, apenas come, le dan suero, lo inyectaron para matarle unos parásitos malignos que tiene en la barriga. Seguro sobrevivirá, es fuerte, grandote y optimista.

Nacemos con fecha de caducidad, vivimos de “a prestado” y en cualquier momento nos cortan el hilo de nuestra vida; este puede tener hebras doradas, la felicidad; o bien negras, la tristeza. A todos nos llegará el momento de cruzar la Puerta sin Retorno.

¿Qué hay después del último pataleo? ¿La nada? o un campo de verde pasto donde correremos, con agua fresca y un sol radiante para echarnos panza arriba por siempre.

Lo de Dante me impactó. Uno vive como si fuera eterno; cree que todo es comer bolitas, boronas de pan, chuletitas, puntitas de tortillas con queso, huesecitos, corretear hasta jadear y al final del día, hacerse un rollito y dormir junto a Mi Amigo.

¿La vida tiene sentido? En las mañanas suelo echarme una pata al aire; de camino observo a los humanos apurarse para llegar a la escuela, el colegio, el trabajo y mil obligaciones. Eso lo hacen todos los días: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Hacia adónde van?

En mi ruta matutina paso frente a una especie de templo al cuerpo -¿un gimnasio?- y algunos corren sin moverse sobre unas máquinas; están detenidos pero creen que avanzan. Así es la vida para la mayoría de esos bípedos, no van para ningún lado.

No digo que Dante sea así, al contrario, su existencia tiene un propósito: hacer la vida más amable a quienes lo rodean y eso lo engrandece, más de lo que ya es.

Si la vida tiene sentido debe ser disfrutarla, recibirla como viene, sin grandes planes; qué podemos controlar de lo que nos sucede, casi nada; lo único que depende de uno es nuestra reacción a los hechos.         

Ladro al cielo por Dante, para que se cure y sea un torbellino en cuatro patas… y cola.

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