Laura Sauma
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Difícilmente podremos disminuir la pobreza y la desigualdad social, si seguimos apostando por el asistencialismo en vez de por la generación de riqueza.
Es imposible repartir lo que no existe, es mucho mejor concentrarnos en generar oportunidades para que las personas puedan valerse por sí mismas, y aspirar a una vida digna; pero eso sólo se logrará por medio de un empleo, o un emprendimiento; para que esto sea una realidad se necesita un Estado facilitador, y no uno que estorba y es muy costoso de mantener. Además, debe existir una institucionalidad sólida y simple que lo respalde.
Si queremos más empleos de calidad tenemos que bajar los costos de producción, y eso pasa inevitablemente por la reforma del Estado. Tenemos que empezar la discusión sobre qué servicios queremos que nos brinde el Estado, por qué y para qué; pero sobre todo cómo los vamos a evaluar, pues de lo contrario seguiremos ahogando al parque empresarial nacional, para mantener una estructura burocrática compleja, que no satisface las necesidades de los ciudadanos.
En ese sentido, como cualquier problema complejo deben atacarse todas sus causas. Ese enfrentamiento con la realidad nos llevará inevitablemente a entender que nuestros problemas son estructurales, que la época de los parches ya paso, y que todas las causas expuestas a continuación, requieren dejar atrás enfoques añejos y ajustar nuestra mentalidad a la realidad del siglo XXI.
Un sistema de salud cargado al que genera empleos.
Llevamos por lo menos dos décadas de atraso, en la discusión sobre la reforma de nuestros sistemas de salud y de pensiones; sin embargo, la seguimos aplazando, en vez de aceptar que sus estructuras se basan en cimientos endebles y desactualizados.
La transformación que requiere la CCSS, es tema para otro artículo, pero ya tenemos evidencia suficiente de que las cargas sociales son demasiado altas y arbitrarias, lo cual fomenta la informalidad y el desempleo.
En campaña varios partidos políticos llevaban propuestas para disminuirlas, ojalá decidan retomarlas. Por parte del Poder Ejecutivo se requiere una supervisión exhaustiva, para hacer los ajustes en gastos que eviten el despilfarro y la impunidad -que disfrazados de autonomía- reinan en esa institución
Fomentar el emprendedurismo.
Primero que todo, tenemos que dejar de ver a las personas que no lo logran como parias, pues sólo el que prueba y está dispuesto a caerse y volver a intentarlo va a tener éxito, en algún momento.
Además, imaginen cuánto aprenderíamos de ellos, y lo que podrían estar enseñando en las aulas universitarias, en vez de seguir escuchando a los que añoran el pasado porque viven del sistema.
Podríamos convertirnos en un hub de innovación, para lo cual hace falta que creemos los ecosistemas donde los emprendedores puedan trabajar, con los soportes en materia de capacitación y financiamiento apremiantes.
Desde pequeños podemos fomentar entre los niños al que cuestiona, al que se distrae, al que trata. La perseverancia y la resiliencia son características deseables, y sólo se logran fracasando y volviendo a levantarse.
La discriminación por edad.
Nada mejorará si seguimos pensando que una persona mayor de 45 años ya no tiene nada que aportar. Múltiples estudios están demostrando que, debido a los cambios en la expectativa de vida, la edad más productiva está entre los 50 y los 70 años.
Estamos descartando talento y experiencia por unas concepciones del siglo XIX; mientras deberíamos fomentar el mentoring, por ejemplo, pues ya hay muchos experimentos sociales, donde se comprueba que la mezcla de experiencia y paciencia -que dan los años y el ímpetu y audacia de la juventud- tienen efectos maravillosos, entonces apliquémoslos.
La incorporación de las mujeres al mercado laboral.
La principal razón para su discriminación es que resultan más caras en materia laboral que los hombres, entonces debemos atacar ese problema sin encarecer los costos de producción para los empleadores.
El diseño de política pública para nivelar oportunidades, es la única manera para que puedan incorporarse en el mercado laboral. Deben integrar los apoyos, donde la realidad social ha mostrado que son necesarios, como en opciones de cuido, por ejemplo.
El MTSS y la legislación laboral.
Debe simplificarse la contratación y el despido de las personas, y ajustarse a la realidad de nuestro parque empresarial que está conformado en más de un 90% por PYMES.
En este momento, hay diferencias radicales entre un microempresario o emprendedor y un empleado, cuando, en realidad, la única que existe realmente es que el empleado tiene su salario asegurado, mientras que el que contrata sólo cobra si queda algo después de pagarle el 60% de su utilidad, al socio que en vez de facilitarle le estorba.
Alinear la oferta a la demanda de empleo, de manera tal que el Ministerio de Trabajo sea una institución que promueva las contrataciones, y no una que persiga al que produce.
Debemos dejar de ver el salario mínimo o los horarios rígidos como conquistas sociales, que fueron insdispensables en un momento dado, pero que ya no se ajustan a nuestra realidad y se vuelven trabas innecesarias.
En los países nórdicos, como Dinamarca, Finlandia y Suecia -que tanto admiran los que se aferran a esas prácticas- no se aplican. Aprendamos de los que lo hacen mejor, ya sabemos que funciona.
Podría seguir, pero creo que la idea está clara: simplemente hay que pensar en empoderar, y crear apoyos en vez de seguir fomentando la visión de víctimas, y el asistencialismo perverso, que en nada nos ayuda a enfrentar el desempleo estructural.
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Muy buen artículo.
El análisis de la realidad nacional es muy acertado.
La visión de las vías de lograr mejorar en comparación con soluciones implementadas en otros países mejor aún.
Ojalá más personas incorporasen estas formas de pensamiento a la práctica.