Como apasionada defensora de la libertad, y no obediente seguidora, me es difícil unirme a una secta. En ese sentido, siempre encontré aterradora la imagen de la rana hirviendo lentamente en una olla, porque es lo que ocurre cuando dejamos de cuestionar, cuando nos volvemos indiferentes, apáticos y no actuamos. Nos convertimos en víctimas de la dominación sin siquiera notarlo.
Cada vez que veo nuestra realidad, es inevitable hacerme algunas preguntas: ¿Cómo sería Costa Rica, si los políticos de turno se hubieran hecho las preguntas correctas, en lugar de inclinarse por el beneficio personal o el de sus allegados? ¿Si hubieran diseñado políticas públicas, a largo plazo, y las hubieran adaptado a las necesidades y a la realidad cambiante?
Durante mucho tiempo, los tesoros naturales de Costa Rica han permanecido ocultos, en los rincones más remotos del territorio. Ahora es el momento de desatar su potencial, y convertirlos en motores que impulsen nuestro desarrollo.
En Costa Rica, se está abriendo un nuevo capítulo en la gestión del transporte, con la propuesta del gobierno de reemplazar la política de restricción vehicular, por cargos por congestión. Aunque esta medida ha sido implementada en ciudades como Londres, Estocolmo y Milán, es importante analizar su viabilidad y efectividad en el contexto nacional.
Es posible que al leer esta pregunta, piense el lector que su autora ha perdido la poca cordura que le quedaba. Pero a veces, son precisamente las vendas mentales las que nos impiden encontrar la raíz de nuestros problemas y por ende, solucionarlos. Llevo años tratando de entender por qué el sistema de elección popular no funciona y por qué vivimos en un estado de crisis permanente.
Los que acostumbran leer mis elucubraciones diarias sabrán que este título está lleno de sarcasmo. Primero porque yo creo que debemos exigir la prestación de los servicios en vez de defender instituciones; y luego porque he dicho hasta el cansancio que la CCSS, al igual que el resto del archipiélago institucional que nos obligan a mantener, le pertenece a sus empleados. Entonces ¿para qué deberíamos hacernos esa pregunta?
En Costa Rica, tenemos 70 años de un estatismo tan feroz como ineficiente. Ante ello, cabe cuestionarse cómo han sido capaces los políticos de turno de sostener un sistema que, no solo no satisface las necesidades de la población desde hace décadas, sino que además genera tanta confusión política, como para que una gran parte de la ciudadanía piense que por esa vía vamos a encontrar nuestras soluciones.
En Costa Rica, como en muchos otros países, el desempleo femenino es una realidad que afecta a un gran número de mujeres. Las estadísticas indican que las mujeres tienen una tasa de desempleo más alta que los hombres, esto implica que enfrentan mayores obstáculos para encontrar empleo y construir una carrera.
Difícilmente podremos disminuir la pobreza y la desigualdad social, si seguimos apostando por el asistencialismo en vez de por la generación de riqueza.
Desconozco si es por el predominio del catolicismo, pero es lo cierto que en Latinoamérica tendemos a buscar un salvador que resuelva nuestros problemas, cuando lo que deberíamos es exigir a todos los partidos políticos que pretenden dirigirnos, presentar sus propuestas de desarrollo y, luego, estudiarlas nosotros a conciencia.