Cada 15 de setiembre repetimos la palabra libertad, como si bastara con nombrarla para que fuera cierta. Colgamos banderas, cantamos himnos, gritamos vivas. Y, sin embargo, la independencia sigue pendiente cuando el odio dicta la forma en que nos miramos.
No tengo recuerdos de mi madre volando. Nunca la vi levantar muebles con una sola mano, ni correr a la velocidad del rayo. No tenía capa, ni botas, ni cinturón de herramientas.
Vivimos una época en que los grandes discursos económicos exaltan al consumidor como el rey de la economía. Pero, ¿qué pasa si ese consumidor deja de producir?
Gran parte de nuestra vida transcurre en pausa. Esperamos sentirnos preparados, comprender lo que aún no entendemos y, en el fondo, que alguien nos autorice.
Intentar rescatar el liberalismo hoy es como sembrar en tierra endurecida: hay que romper el suelo, pelear contra el clima y, aun así, nada garantiza la cosecha. No porque el liberalismo haya fracasado -todo lo contrario-, sino porque cuando funcionó, lo reemplazaron; y cuando regresa, lo sabotean desde adentro.
Muchos hombres crían desde lo que les faltó: el abrazo, la guía, una voz que dijera “Estoy orgulloso de ti.” Algunos crecieron entre gritos. Otros, en el silencio de la ausencia. Y no pocos, bajo la violencia disfrazada de autoridad.
Si usted leyó mi artículo de enero, este le resultará familiar. En ese momento analizábamos las conclusiones del informe de la OCDE, y nos preguntábamos si seguiríamos postergando las reformas estructurales o asumiríamos el reto de modernizar el país.
No somos lo que callamos, sino lo que elegimos soltar.
Se habla mucho de ayuno, como si fuera solo cuestión de comida pero hay uno más silencioso y necesario, que no se ve desde afuera, pero se siente por dentro.
Emprendedurismo y Desarrollo PersonalPor Doris Molina Mora dorismm@me.com
Las mujeres han crecido en una sociedad, que establecía los roles de género como incuestionables.
Desde niñas, aprendieron a priorizar a los hombres en pequeños gestos cotidianos. Las abuelas insistían en mantener la casa...
Cada 15 de setiembre repetimos la palabra libertad, como si bastara con nombrarla para que fuera cierta. Colgamos banderas, cantamos himnos, gritamos vivas. Y, sin embargo, la independencia sigue pendiente cuando el odio dicta la forma en que nos miramos.