Por Redacción Digital506
Hay victorias que huelen a derrotas. Emmanuel Macron fue reelecto este domingo; ganó pero perdió casi un ocho por ciento de apoyo con respecto a su primer mandato y fue electo por el voto del miedo a su rival Marine Le Pen.
Por contraste, Le Pen avanzó casi un ocho por ciento, en relación con la anterior derrota, hace cinco años, lo cual revela el crecimiento de las fuerzas conservadoras francesas, que marchan lento pero firme hacia el poder.
La batalla por la silla en el Palacio del Elíseo, en el 2027, tendrá una primera parada en junio, cuando de nuevo el partido de Macron parta lanzas con el de Le Pen y el de Jean-Luc Mélenchon, por el control de la Asamblea Nacional.
Como los políticos viven de realidades y no de ilusiones, las huestes de Macron deberán reagruparse para obtener la mayoría de los 577 escaños legislativos, y nombrar al Primer Ministro.
Le Pen y Mélenchon sueñan con trasladar sus activos electorales de la primera ronda por la presidencia, al Parlamento y arrebatarle el poder a Macron, pero esto no pasa de un sueño parisino, si existe la lógica en la política.
La República en Marcha (LREM), el partido del presidente reelecto, tiene actualmente una mayoría de 267 de los 577 diputados, sumada a otros 79 congresistas de otros partidos centristas cercanos al mandatario.
Con la victoria sobre Le Pen y su Agrupación Nacional (AN), y el descarrilamiento de Mélenchon -y su Francia Insumisa- en la primera vuelta, todo hace presumir que Macron aumentará aún más esa ventaja en los comicios de junio.
Hasta aquí, y en el papel todo suena maravilloso, pero el inquilino del Palacio del Elíseo debe recordar que venció a su rival ultraderechista gracias a los votos de los insumisos, y de otros a quienes motivó el horror a un gobierno nacionalista.
En Francia hay un giro profundo y constante hacia la derecha, la extrema derecha y la extrema izquierda, a la vez que se hundieron las derechas e izquierdas tradicionales.
La derecha histórica, Los Republicanos, vieron como su candidata, Valérie Pécresse, naufragó y si se descuidan pueden perder los 101 diputados del parlamento vigente.
Al Partido Socialista le fue horrible con Anne Hidalgo y muchos partidarios piden refundar esa agrupación, incluso cambiarle el nombre. En la Asamblea tienen apenas 28 legisladores.
En junio los franceses volverán a las urnas, esta vez la decisión será más crucial porque sería confirmar a Macron y cimentar su poder, o bien, decirle que no a su deseo de ser el “presidente de todos los franceses”.
Al pie de la Torre Eiffel y después de cantar con miles de simpatizantes la Oda a la Alegría de Beethoven, el Himno oficial de Europa, el mandatario reconoció que “he escuchado su cólera, su rechazo, su protesta. Debemos tenerlo en cuenta”.
Macron insistió en “construir una Francia más justa, más responsable, más solidaria. Los jóvenes, la educación y la sanidad, estarán en el corazón de los primeros proyectos, para reafirmar nuestra confianza en nuestro país, solidario”.
Las palabras de los políticos se las lleva el viento; la realidad es incuestionable, en Francia hay tres bloques: moderado, el de Macron; extrema derecha, Le Pen y la extrema izquierda, Mélenchon.
Nunca se había visto nada parecido desde la fundación de la Quinta República, el régimen fundado por el general Charles de Gaulle, entre 1958 y 1962.
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