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miércoles, diciembre 17, 2025
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Un amigo fiel

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“Amistades que son ciertas, nadie las puede turbar.”  Así se expresa Don Quijote a Sancho Panza; dos personajes literarios, concebidos por la mente y la pluma de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616).

Esa amistad es una de las más famosas y emblemáticas, no solo de la ficción si no de la vida real, por que sintetiza los valores que caracterizan la relación más elevada entre humanos, y también con otros criaturas, como los perros.

Don Quijote pierde la razón, de tanto leer libros de caballería y – como un loco hace mil- convence a un pobre aldeano, Sancho Panza, de ser su escudero y marchar juntos en busca de aventuras y “desfacer entuertos”.

Ambos dejan casa y tierra para recorrer los caminos del Campo de Montiel. Sancho sabe que su señor tiene la cabeza llena de mariposas, y arremete -“lanza en ristre”- contra molinos de viento creyendo que son gigantes, aunque hay gigantes, que al embestirlos, se convierten en molinos de viento.

Por donde pasan el noble hidalgo imagina nobles, reyes y princesas, enemigos, aliados, truhanes y tabernas que Don Quijote supone son castillos, con sirvientes y doncellas.

Sancho ve la realidad: ¡Chusma! Pero comprende la locura de su amigo y comparte -contra el consejo de quienes le conocen- los épicos sueños de Don Quijote, y sin dudarlo apoya sus ocurrencias

En muchas ocasiones terminan mal y sufren burlas, golpes, robos, desvaríos y ocurrencias; pero nada de eso disminuye la lealtad de Sancho, y el afecto de este a su señor.

El sabe que esos sueños son la vida del Quijote, y que cuando despierte -como lo hace- recuperará la cordura, pero perderá la ilusión de vivir.

Seguir el sueño de un amigo -aunque parezca una locura- es un acto de confianza y sacrificio; Sancho decide hacerlo solo por una razón: es un amigo.

La amistad verdadera es la mayor de las virtudes humanas; es esencial para una vida plena y feliz, pues: “Sin amigos nadie escogería vivir, aunque tuviera todos los demás bienes”, sentenció el filósofo Aristóteles.

Hay tres tipos de amistad y todos son necesarios, pero cada uno opera en un nivel distinto y según cada persona. Una clase se basa en el placer de la mutua compañía y otras en la utilidad de la asociación.

Los mejores amigos son quienes están unidos por una idea superior, que los trasciende a ellos mismos, y solo es posible entre personas buenas. Los malos -afirmó Aristóteles- no pueden ser amigos, a lo sumo cómplices.

En la amistad verdadera hay admiración recíproca, que incluye a los otros dos tipos, porque es complaciente y además ventajosa. Son como un alma en dos cuerpos, donde cada uno siempre busca el bien del otro.

Colmemos la vida con amistades viejas y nuevas, unas de oro y otras de plata, aquellas resistentes al tiempo y al cambio -las dos pruebas supremas- y que con el paso de los años, en vez de marchitarse, más bien florecen, como los coloridos lirios del valle.

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