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viernes, marzo 29, 2024
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Página Negra: De la tierra de la gracia a la del nunca jamás

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Chocó con muchas paredes y árboles. Vivió poco, 54 años; llevó una existencia azarosa. Lidió con la sombra de su afamado padre, las adicciones, los matrimonios fallidos, y el suicidio de uno de sus cuatro hijos, Benjamin, de 27 años.

Vestía de riguroso negro. Unos dicen que era apasionada, fuerte y cariñosa; otros, igual que el papá: taciturna, ojos gachos, sonrisa insolente, voz grave y sensual.

Tal vez, Lisa Marie Presley -heredera de Elvis- esté en Júpiter, o en la galaxia donde vive y canta el dios del rock and roll, tras ser raptado por unos extraterrestres, según cuentan sus fanáticos en este universo.

Nadie escapa a la parca. El domingo 8 de enero buscó a Lisa en Graceland, ahí celebró -como en otros años- el cumpleaños de su papá, que -si en el más acá los cuentan de alguna manera- serían 88 de los de aquí.

El martes 10, la calaca -como dicen los mexicanos- la esperó a que terminara su participación en los Globos de Oro, adonde acudió con su madre Priscilla, para apoyar al actor Austin Butler, quien encarnó a su padre en el biopic “Elvis”.

Al fin, muerte y víctima coincidieron. La mañana del jueves 12 la ama de llaves de Lisa Marie la encontró “inconsciente” sobre la cama, en su mansión de Calabasas, un suburbio de millonarios en Los Ángeles.

Su exmarido, Danny Keough, con quien vivió seis años -de 1988 a 1994- vivía casa de por medio, y escuchó los gritos de la empleada; acudió como un tiro y aplicó un masaje cardíaco a Lisa; después llegó la ambulancia y la llevó al hospital.

Esa misma noche su madre, Priscilla Presley, comunicó a la galaxia que la hija del “King”, fue inducida en un coma artificial con asistencia respiratoria, pero su corazón dejó de latir.

¡Qué curioso!, fue en Calabasas donde -23 años atrás, Benjamin, se pegó un tiro. El joven era un adicto a las drogas y al alcohol, padecía fuertes depresiones y, tras discutir con una mujer, salió de este mundo por la puerta falsa.

También el abuelo, Elvis, era adicto a los calmantes; y comía como un náufrago, para controlar la ansiedad. Lisa -a los nueve años- lo encontró bocabajo en el baño, muerto, el 16 de agosto de 1977.

Vida convulsa

Lisa nació a los nueve meses exactos -1 de febrero de 1968- después de la boda de Elvis con Priscilla. Tras el divorcio de sus padres creció al calor materno, en Memphis, Tennessee.

Su existencia discurrió en un mundo de fantasía, dado que el cantante era un mito viviente, y ella recibió la irradiación de aquel sol humano.

Los recuerdos paternos colmaron su memoria; lo veía llegar a Graceland montado en carritos de golf, dando voces y portazos al entrar a la mansión.

“Siempre estaba totalmente, totalmente arreglado. Nunca lo veías en su pijama bajando por las escaleras, nunca”, dijo a The Associated Press en 2012. “Nunca lo veías si no fuera con un atuendo de ‘listo para ser visto’”.

Heredó una inmensa fortuna, y una gran sombra, tras la muerte de Elvis. En el 2004 malvendió el 85% del fondo empresarial que administraba la marca paterna; pero conservó las 5.2 hectáreas de la mansión de Graceland.

Le dieron $100 millones, pero eso los despilfarró en un suspiro. Todo se fue en pagar impuestos atrasados, gastos en tarjetas de crédito y honorarios legales, con tal de quitarse de encima a Michael Lockwood, su cuarto y último marido.

Para peores, el pescador de incautos, John Travolta, la llevó a la Iglesia de la Cienciología, y durante unos años acogió los preceptos de la secta; después la abandonó.

Antes de lanzarse como cantante con su primer álbum “To whom it may concern” -en 2003- debió superar todas las ideas preconcebidas sobre su talento, por ser la hija de Elvis, y más tarde animarse a enfrentar al público.

Una herencia suculenta y un apellido encandilador ayudan mucho, pero tampoco era la encarnación del divino Elvis, ni la sucesora artística; la luz del padre la opacó.

Lisa apoyó muchas causas humanitarias, desarrolló programas contra la pobreza a cargo de una Fundación Caritativa; prestó auxilio a los damnificados por el huracán Katrina, y fue un alma misericordiosa.

Mal de amores

Su primera aventura nupcial fue con Danny Keough, padre de sus dos hijos mayores: Riley, la actriz, y Benjamin, el fallecido. El idilio acabó, y la hija del rocanrolero unió su destino con el rey del pop: Michael Jackson.

La comedia duró dos años, de 1994 a 1996; presumía de ser una esposa de manual; con una familia modelo y era un par de enamorados. Por esos días, fueron divulgadas las primeras denuncias de abuso sexual en contra de Jackson.

Ella asumió el papel de redentora y “Cuando (Michael) quiere intrigarte o capturarte, o ya sabes, cualquier cosa que quiera hacer con vos, lo consigue. Y caí. Yo decía: ‘pobrecito, dulce, incomprendido, te voy a salvar’.


Esa relación terminó en el abismo, y Lisa pasó al tercero en la fila: Nicolas Cage. Al cabo de tres meses el actor se fue por diferencias irreconciliables.

Probó con el último, Michael Lockwood, con quien concibió a las mellizas Harper y Finley. Vivieron juntos diez años, y el divorcio la arruinó.

El dolor más lacerante fue el suicidio de Benjamin; “el ser más dulce e increíble que haya tenido el privilegio de conocer, que me hacía sentir tan honrada cada día por ser su madre”.

Lisa Marie Presley convivió con la muerte, el dolor y la perdida desde los nueve años; su existencia fue en blanco y negro.

Osciló entre Graceland a Neverland. No era perfecta, su padre tampoco, nadie puede serlo.



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