Luciana Rovira / evolucionandocr@gmail.com
Desde que tengo memoria, el Día del Niño siempre fue una fiesta diferente; recuerdo que en la escuela nos hacían actividades, nos regalaban golosinas y todos los niños pasábamos de un lado para otro, muy felices. Era un día único.
Pasó el tiempo y comencé a festejarlo de otra manera; todo empezó cuando tuve mi primera empresa, porque ese Día lo pasaba trabajando, porque es temporada alta.
Estaba acostumbrada a ver películas, jugar con mis juguetes; pero me di cuenta que nunca lo dejé de celebrar, más bien, cambié la forma de disfrutarlo, ya que es una fecha bastante ajetreada.
Me levanto muy temprano y llego a mi casa en la noche: todo el día hago de todo un poco; tengo muchos pedidos y debo dividir el tiempo en múltiples actividades.
Algunas de ellas es visitar medios de comunicación; ahí me entrevistan y cuento sobre mi experiencia empresarial, y cómo desde pequeñita comencé este negocio, y quiénes me ayudan a llevarlo adelante.
Cuando el Día del Niño cae entre semana, no voy al colegio, y destino ese tiempo a cumplir con mis deberes laborales.
Me gusta esa festividad, porque en las entrevistas con los periodistas -dirigidas a un público adulto- puedo generar un cambio de pensamiento, acerca de cómo celebrar ese Día, de una manera diferente.
En general paso de muy buen ánimo, trabajo y estoy con las personas que más amo; insto a las personas a recordar cuáles eras sus actividades favoritas de cuándo fueron niños.
Si en la casa hay niños en casa, disfrutemos con ellos; no solo ese día, porque la vida da muchas vueltas. Juguemos, veamos películas juntos y festejemos como si aún fuéramos pequeños. Nunca perdamos ese espíritu, para aprovechar la vida con sabiduría.
Recuerdo una frase de Walt Disney “Nuestro mayor recurso natural es la mente de nuestros niños”.
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