
Emprendedurismo y Desarrollo Personal
Por Doris Molina Mora dorismm@me.com
¿Y si vivir bien… fuera el único modo de partir en paz?
Pensamos mucho en cómo queremos vivir, pero rara vez nos detenemos a imaginar cómo queremos irnos.
No se trata de una obsesión con la muerte, sino de una profunda reflexión sobre el tipo de vida que estamos construyendo. Porque al final, quien sabe irse de este mundo, suele haber aprendido antes a estar aquí con sentido.
Saber irse no solo implica un acto final. También es un gesto que se aprende a lo largo del camino: saber cuándo soltar, cuándo cerrar ciclos, y dejar de forzar lo que ya no vibra con nosotros. Pero, sobre todo, saber irse es un acto de humildad, de aceptación y de amor.
Amor por uno mismo, porque no merece permanecer donde ya no hay luz. Amor por los demás, porque también ellos merecen nuestra verdad, aunque esa sea la de un adiós.
Irse no siempre es huida. Muchas veces, es el gesto más valiente de quien ha comprendido que la vida no se aferra, se honra.
Irse en paz no significa tener una vida perfecta, sin errores ni heridas. Significa haber amado de verdad. Haber pedido perdón y soltado el orgullo. Agradecer incluso aquello que dolió, porque nos hizo crecer. Quien ha aprendido a vivir con el alma ligera, también puede partir sin miedo.
La vida no se mide por los años que acumulamos, sino por los instantes que nos estremecieron., los abrazos que dimos con todo el pecho y las palabras que llegaron a tiempo. Los silencios que supieron acompañar.
A veces creemos que para irnos bien debemos haber logrado mucho. Pero no se trata de logros sino de vínculos. De haber sido hogar para alguien y dejado amor más que huellas. Haber mirado al otro con ternura, y ser capaces de mirar también nuestras sombras con compasión.
Y si uno ha vivido así, puede irse en paz. Sin ruido. Sin cuentas pendientes con el alma.
Partir con serenidad no es cuestión de suerte, ni de religión, ni de saber el día. Es cuestión de cómo habitamos cada jornada, si fuimos sinceros, si perdonamos y si supimos agradecer.
Porque el amor que dimos… no se va. Permanece.
Tal vez sea momento de preguntarnos no solo cómo queremos llegar al final, sino si estamos caminando de la manera en que quisiéramos despedirnos.
—