
Emprendedurismo y Desarrollo Personal
Por Doris Molina Mora dorismm@me.com
Cada 15 de setiembre repetimos la palabra libertad, como si bastara con nombrarla para que fuera cierta. Colgamos banderas, cantamos himnos, gritamos vivas. Y, sin embargo, la independencia sigue pendiente cuando el odio dicta la forma en que nos miramos.
El odio no muere porque conviene. Se mantiene vivo porque divide, moviliza y da poder a quienes saben manipularlo. No importa la víctima, importa lo que su muerte pueda rendir en influencia y control.
El dolor se administra como recurso político. Y la manipulación pasa inadvertida porque se sostiene en multitudes resentidas, que confunden consignas con criterio propio, repitiendo palabras ajenas como si fueran convicciones personales.
Ahí se nos escapa la verdadera independencia: cuando dejamos que otros piensen por nosotros, cuando gritamos lo que no nace de adentro, cuando defendemos cadenas creyendo que son banderas.
Ser mejor persona, en cambio, es un acto de resistencia íntima. Es negarse a ser eco de intereses ocultos.
Es atreverse a pensar por cuenta propia, aunque duela, aunque incomode, aunque te deje solo.
Ser mejor persona no es perfección ni pureza: es no prestarse al juego del odio fácil, es sostener la dignidad del otro incluso cuando piensa distinto.
El 15 de setiembre es una buena excusa para recordarlo: la libertad no se honra solo con desfiles ni con fuegos artificiales, sino con decisiones silenciosas y firmes.
Ser mejor persona es la independencia que nos toca conquistar todos los días.
—