Argos, de la Casa de Ulises
El mejor médico es el veterinario, porque él no puede preguntarle a sus pacientes qué les pasa; simplemente, lo tiene que saber. La frase, se la atribuyen al actor y comediante gringo, Will Rogers.
Tiene mucha razón. A uno le duele algo y no puede ladrar, ni aullar, es como una cría humana, solo puede quejarse o poner cara de víctima, para llamar la atención y que lo lleven a la clínica.
En las últimas semanas me vacunaron, tomé pastillas contra esos bichos que lo atacan a uno en el invierno -pulgas, garrapatas y ácaros- y encima me dio malestar estomacal, y la cura fue peor que la enfermedad.
Aunque digan que la paciencia es la mejor medicina, si uno está mal, lo mejor es acudir al veterinario; en eso mi manada humana se preocupa mucho cuando me ven sin ganas de comer, o varío mis hábitos.
Siempre me tienen en observación. Si duermo mucho o poco; si hago mi ronda para detectar intrusos, y alejarlos a punta de ladridos; si estoy de buen ánimo o tengo la mirada caída, o la panza inflamada.
Con la salud no se juega, y menos con la mía. Por eso elegir un buen veterinario es vital; tiene que ser un profesional experimentado, con instalaciones adecuadas y personal que conozca nuestra manera de ser.
Nunca debemos esperar a necesitar -de urgencia- a un médicoperruno; hay que elegir uno de cabecera, y para eso se requiere tiempo, comparar servicios, precios, buscar referencias y seleccionarlo, por su capacidad y amor a los caninos.
De todo hay en la viña del Gran Perro, y debemos cuidarnos de quienes lucran a costillas de la buena fe, y la angustia de nuestra familia perruna, que sufre cuando estamos enfermos.
Solo un veterinario graduado, incorporado a un colegio, con amplia experiencia puede diagnosticar lo que padecemos; ni las tiendas de mascotas, ni las amistades, vecinos o curiosos pueden darnos un tratamiento.
Los conocimientos, la personalidad, la trayectoria, el buen trato son algunas de las cualidades del buen veterinario; pero podemos agregar la honestidad, y capacidad para reconocer sus limitaciones terapéuticas.
Además de identificar al veterinario, lo ideal es que su clínica esté ubicada cerca de donde vivimos; para recibir atención de emergencia si comemos algo contaminado o tenemos un accidente.
Nada cuesta realizar una visita al consultorio; es importante observar el equipo, las instalaciones, las mesas de atención, el personal de apoyo, los aparatos que utilizan, hasta la vestimenta y la limpieza de lugar.
Y aunque vivimos en tiempos de austeridad -según dice a Mi Amigo- el precio es un buen referente; los servicios veterinarios son muy especializados, y debemos conocer cuánto cuesta la consulta, las vacunas, las operaciones, por ejemplo.
El sabio Rey Salomón decía que la mejor medicina es un ánimo siempre gozoso; es decir, dormir a pata suelta, comer pollito, dejar de gruñir por tonterías, olisquear el mundo y levantar la pata con alegría.
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