Estaba enrollado en mi cobijita, abrazado a mi osito de trapo, y me levantaron. Humanos y caninos tendríamos un rato de convivencia: el Día Comunal del Barrio Francisco Peralta.
Gruñí cuando me contaron sobre las actividades. Insistí en aquella frase de los perros gringos: “Lazy Sunday”, algo así como domingo de ocio.
Me persuadieron a ponerme el arnés y la correa, con la promesa de comprarme un helado; me gustan mucho los de sandía y crema.
Ya conocía ese parque – a la par de la antigua Casa Italia-, paso por ahí todas las mañanas, pero nunca había entrado. Está limpio, tiene muchos árboles, aceras, banquetas y mesitas.
Cuando llegamos había un alboroto; varios vecinos vendían artesanías, organizaron un bingo, cantaron y estaban alegres. Me uní a la parranda.
Aproveché el rato para caminar entre las matas y buscar huevos de Pascua, aunque habría preferido encontrar a la gallina que los puso.
Mi Amigo tiene en el jardín una parejita de esas aves. Las veo y me las deseo, pero no paso de intentar meter la nariz entre las rejillas y pegarles un buen susto.
Siempre voy en el plan de olfatear, dejar mi marca perruna, revolcarme en el zacate o, simplemente, pegar la panza contra la tierra, para refrescarme; estos calores de abril son terribles.
Ignoro en qué momento me embarcaron en una pasarela; más bien, era sortear una serie de obstáculos. Pasé entre unos puntos azules, subí y bajé unos cajones y al final, ya me dio pereza, y no quise brincar una barra ¡Ni que fuera un caballo!
Por supuesto que perdí. Además, ahí estaba Bubba, una hermosota perra negra, entrenada por su ama en una serie de destrezas, que nos dio una lección de obediencia y maromas. Yo, a duras penas, me siento para que me den una golosina.
En esto estábamos cuando llegó la policía y aullé que nos iban a detener, por el alboroto que nos teníamos, entre gritos, conversaciones, ladridos y aullidos.
A mí ningún delincuente me la hace, porque siempre estoy alerta, y aviso a Mi Amigo, si un desconocido se acerca y mi instinto enciende todas las alarmas.
Pero los humanos no son tan astutos; por eso los oficiales de la Fuerza Pública les dieron varios consejos para cuidarse entre ellos; si ven algo raro en el barrio, deben de avisar a la policía, y nunca exponerse a una agresión.
Los caninos cuidamos a los sapiens, y ellos deben interpretar nuestras señales de advertencia. A veces uno ladra, y le ordenan callarse; o le enseñamos los colmillos a un extraño, y nos jalan la correa.
Los oficiales explicaron la importancia de una comunidad organizada para colaborar en la prevención y seguridad del barrio. Una buena medida es observar con atención las características físicas de cualquier persona sospechosa y conocer la ubicación por calles y avenidas; para lograr hacer un reporte completo al 911 y que las autoridades puedan reaccionar y llegar con facilidad.
El sol caía, y por dicha llegó lo que deseaba desde el arranque: mi perrito caliente.
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