Argos, de la Casa de Ulises
Una noche de estas me dolía la pancita; llovía, la noche estaba fría. No quería comer, me sentía “malito”; cuando me di cuenta, me alzaron, me colocaron con cuidado en el carro y fuimos al veterinario.
A las horas ya estaba bien, comí y seguí durmiendo. Después me enteré que mi papi perruno también estaba enfermo; y aún así, debajo del aguacero me llevó a curar; mi corazón canino se hizo un puñito de gratitud.
Soy un canino dichoso -de vivir con gente tan buena, me humanicé- porque mi perrifamilia me cuida en exceso; me dejo querer, y en fechas como estas -Día del Padre- quiero ladrar al respecto.
Cuando era cachorro veía en la compu de Mi Amigo a Peppa Pig, una serie británica de dibujos animados, donde todos los personajes eran animales, llenos de energía, y actuaban como una gran familia.
Eran amigos y enseñaban a los sapiens valores como el amor, la solidaridad, el diálogo, de manera muy divertida; creo que los programas todavía pueden verse en YouTube.
Cuando salía “Capitán Perro” brincaba con las cuatro patas, y movía la cola como un ventilador; era mi personaje favorito, siempre recuerdo sus palabras: “¡Guau! ¡Guau!”.
Él es el papi perruno de “Danny Dog”; “Capitán Daddy” es hijo de “Granddad Dog” y “Granny Dog”, y está casado con “Mummy Dog”. Pero bueno, basta de tanto nombre en inglés.
Acompaño a mi papi perruno al partido de fútbol y a todos los lugares que pueda. Me corretea por el parque, me compra correas, ropa y “huesitos”. Cuando maneja soy su copiloto, y siempre se detiene si necesito levantar la pata.
En las tardes calculo la hora en que regresa del trabajo, y afino mi súper oído, para escuchar el motor del carro o el sonido del portón, y pego brinco desde el sofá, para recibirlo como merece.
A la hora de comer, me siento a su lado y ahí pesco alguna borona de pan, o un bocadito; si bien tengo mi alimento especial, porque golosear comida de sapiens es perjudicial para mi estómago.
En las noches -bien acurrucado a su lado- ladro para mis adentros que todos los días son Día del Papi Perruno; tenemos un lazo muy fuerte, que comenzó hace miles de años; primero como una relación de trabajo en equipo, y evolucionó a otra más profunda y emocional.
Me gusta celebrar con mi manada estas fechas especiales; observo los ritos que realizan -como eso de dar regalos-; o reunirse para ver los partidos -y sus celebraciones tan divertidas y extrañas-.
Aunque los caninos no hablamos, si podemos expresar nuestro cariño de muchas maneras. Solo quienes saben escuchar nuestros ladridos, pueden entender nuestro lenguaje.
La gente puede vivir sin un perro, pero no sería tan entretenido; y como dice Mi Amigo: “Hay palabras que nos cambian la vida, pero ladridos que nos cambian el alma”.
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