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sábado, noviembre 23, 2024
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Los jóvenes, ante la trampa del narcotráfico en la ciudad francesa de Marsella

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Imagen por AfP

Marsella, Francia | AFP | En Marsella, la violencia vinculada al narcotráfico acabó en los últimos años con la vida de decenas de jóvenes atraídos por el dinero fácil, hasta el punto que la justicia teme una “mexicanización” en la segunda ciudad de Francia.

En el gran puerto francés del Mediterráneo, ineludible etapa de las rutas mundiales de cánnabis, los anuncios en las redes sociales buscan trabajadores “temporales” en el mundo de la droga:

“Buscamos vigilante. Perfil: joven, fisonomista, control de vehículos de dos ruedas valorado, respetuoso con los clientes y clientas. Horarios de trabajo de 10 a 22h (adaptado a los horarios de venta). 100 euros/día” (unos 110 dólares).  

Zacharie*, de 19 años, no se resistió. Atraído por la idea de dinero fácil, se trasladó desde la región de París, tras no lograr su diploma de fin de estudios secundarios para hacer de vigía en uno de los 130 puntos de venta de droga.

“Aquí la paga es más grande”, explicó al tribunal.

Desde hace años, los traficantes marselleses recurren cada vez más a una mano de obra muy joven procedente de otras regiones de Francia, a menudo frágiles y más fáciles de sacrificar.

Muchos “se encuentran reducidos a un estado de casi esclavitud, secuestrados e incluso torturados”, alerta el presidente del tribunal judicial de Marsella, Olivier Leurent.

El nivel de violencia vinculado al narcotráfico en Marsella es comparable al de los puertos de Amberes (Bélgica) y Róterdam (Países Bajos), según el profesor universitario Jean-Baptiste Perrier.

Unos treinta jóvenes perdieron la vida en 2022 y, en lo que va de año, una quincena murieron, tres de ellos el lunes en varios tiroteos.

Los traficantes “ya no consiguen reclutar suficientes ‘minots'” (pequeños, en argot marsellés) en Marsella, ya que estos estiman que “no se les paga lo suficientemente bien, visto el riesgo de morir”, explica a la AFP un investigador de la policía judicial.

Las redes, muy sofisticadas, usan todos los códigos del mundo empresarial: “Se externaliza el trabajo y estos jóvenes, si son detenidos, no podrán dar información sobre la red”, indica a la AFP Tiphaine Binctin, de la agencia francesa antidrogas Ofast.

– Una ciudad partida en dos –

La mayoría de los jóvenes llegan a Marsella por la imponente estación de trenes de Saint-Charles. Desde allí, mirando al sur, se atisba el macizo de Calanques, que alberga sus turísticas calas color turquesa.

Pero ellos van en sentido contrario, hacia los barrios del norte, en vehículos de transporte con conductor, porque ningún metro o tranvía da servicio a esas zonas.

Marsella se divide en dos: los barrios acomodados en el sur y zonas pobres, entre las peores de Europa, en el centro-norte.

Algunos puntos de venta de droga pueden ingresar hasta 80.000 euros (87.600 dólares) diarios. En una reciente redada, la policía vio hasta 12 clientes esperar turno.

La barriada de La Paternelle es actualmente el corazón de un sangriento conflicto que afecta a cada vez más menores: un vigilante de 17 años fue apaleado hasta la muerte en febrero y otro de 16 años murió por bala a inicios de abril.

Aquí, las flechas conducen entre casas de colores a “Yoda”, uno de los puntos de venta.

Los precios están en las paredes: hachís, marihuana, cocaína. El cacareo de numerosos gallos en libertad domina en este laberinto de callejuelas, perfecto para escapar de las redadas policiales.

– “Mejor esto que prostituirse” –

Un 40% de los menores que acaban ante la justicia de Marsella por tráfico de drogas son de otras regiones francesas.

“Tenía que trabajar para poder recuperar a mi hija. Mejor esto que prostituirse”, explica Cindy*, de 21 años, según su declaración leída durante una vista judicial.

Con su pareja Ilyes*, hicieron autostop y tomaron un tren para llegar desde el sur de Francia a Marsella, donde dormían en un hotel céntrico que les consiguió “una persona de [la barriada] Bassens”.

Algunos tienen menos suerte y acaban durmiendo en un balcón, en un sótano o en el cuarto de las basuras.

Pagan de media entre 100 y 200 euros (110 y 220 dólares) por “turnos” (11H00-17H00 o 17H00-medianoche). “Es una pura explotación”, estima la jueza de menores, Laurence Bellon. 

“Pero ellos ven los beneficios a la semana o al mes. 1.400 euros (1.535 dólares) por siete días seguidos, por ejemplo. Y algunos se ven ganando mucho más dinero”, apunta la fiscal de Marsella, Dominique Laurens.

– La trampa de las deudas –

Pero muchos caen en la trampa rápidamente: se les acusa de no haber alertado en el bueno momento, de no contar los billetes bastante rápido o de tener una deuda, más o menos falsa.

“Tienen menos recursos y contactos en los barrios, se les paga y se les trata peor. Y (…) cuando se les detiene con dinero en efectivo y productos, la red exige un reembolso”, explica el abogado Valentin Loret.

Recientemente, un menor puesto en libertad fue conducido a la estación de tren para que volviera a su casa, pero los narcotraficantes le esperaban en la parada siguiente. Tenía que saldar una deuda.

Marsella “no es El Dorado, es violencia, actos de tortura y de barbarie, falsas deudas y estar a merced de la red”, reitera la prefecta de policía de la zona Frédérique Camilleri.

Ya en el inicio de este fenómeno en 2019, un adolescente de 16 años acabó su estancia marsellesa en coma, quemado con un soplete por vender hachís sin autorización. Uno de sus torturadores, menor de edad, fue condenado en noviembre a 10 años de prisión. 

Para la jueza de menores, hay casos que rozan la trata de seres humanos. En 2020, en plena pandemia, adolescentes captados en las redes sociales son secuestrados a su llegada y torturados con el único fin aparentemente de doblegarlos.

Un joven camello violará a uno de ellos antes de chantajearlo con difundir las imágenes si habla, algo frecuente, según una fuente judicial.

– “Vagabundos con ropa de lujo” –

¿Algunos cientos de euros valen la pena?

“Entran en esta lógica para tener ropa de marca. Es la única señal de identidad que priorizan” para sentir que existen, apunta Laurence Bellon, que ve a muchos abandonar los estudios desde los 11 años. 

“Son vagabundos con ropa de lujo”, subraya un abogado, abatido porque su cliente no aprecia la gravedad de su situación, pero se pavonea con su chándal blanco de una carísima marca de ropa de montaña.

Todos culpan al papel de series como “Narcos”, a los “influencer”, a las redes sociales que infunden la idea del éxito por la apariencia y el dinero.

– ¿”Mexicanización”? –

Marsella sigue siendo un poco la ciudad “piloto”, según la fiscal, pero este fenómeno de trabajadores temporales de la droga ya se propagó a otras zonas como Lille (norte) o Bretaña (oeste).

Ante la actual falta de mano de obra, los traficantes también captan migrantes, en ocasiones menores, algunos de los cuales piensan que deben trabajar en la construcción, según Loret.

La fiscal teme un agravamiento de la situación, con un giro hacia “lo que viven algunos de países de América del Sur”, hacia “una mexicanización”, aunque el número de muertos no es comparable.

“A veces me recuerda a Brasil. Hay lugares donde hay una división completa entre barrios bonitos y otros muy pobres, hiperviolentos”, abunda la jueza Laurene Bellon.

Zacharie se libró. Detenido tres días después de llegar a Marsella, fue condenado a arresto domiciliario en casa de su madre y, con la advertencia del fiscal durante su juicio: “El clima [de Marsella] no le sienta bien”.

*Los nombres de estos jóvenes fueron modificados para no exponerlos a eventuales represalias.

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