Un edema pulmonar impidió a Warner Rojas alcanzar por segunda vez la cima del Everest; días antes la montañista Ligia Madrigal, desistió de atacar la cumbre, por el mal tiempo y elevado riesgo de muerte.
Ambos eran las únicas cartas del país para lograr una doble proeza: repetir la hazaña lograda por Warner -hace once años-; y colocar a la primera tica en el techo del planeta.
La expedición de Ligia duró dos meses y llegó hasta el Campamento Cuatro, a 8.050 m, y tuvo la cima al alcance de la mano; pero “la montaña y la naturaleza mandan, y hay que hacer caso”, explicó Madrigal.
Pero los fuertes vientos, el frío extremo, el riesgo de una avalancha o caer al fondo de un precipicio, obligó a Ligia a bajar hasta el Campamento Uno, a 5.300 m, y desistir del proyecto, por consejo de su sherpa.
Desde 1922, cuando comenzaron los registros, 300 montañistas murieron en el intento; solo este fallecieron diez, y los cadáveres quedan en los barrancos o congelados y sirven de referencia para quienes suben.
El caso de Warner fue más agudo que el de Ligia, porque una grave afección pulmonar -agua en esos órganos- obligó a su rescate en helicóptero, para ser tratado de urgencia en un tratado nepalí.
“Quedé sin fuerzas; no pude seguir así”, manifestó Rojas, y por esta vez prefirió dejar atrás las impresionantes cimas del Himalaya, rodeadas de peligrosas laderas.
En los próximos días Ligia y Warner regresarán al país; expondrán sus impresiones, experiencias y deseos de intentarlo otra vez.