El domingo, o Día del Señor, según una vieja y severa ley inglesa del siglo 17, un caballero aquejado por las deudas podía entrar a la “city” y aparecer en público, sin que las autoridades le echaran el guante y terminara sus días en una mazmorra.
Los restantes seis días el insolvente caballero tenía que vivir a salto de mata, escapando el bulto a sus acreedores, padeciendo necesidades y atenazado por el miedo a la delación.
Pero, el domingo podía respirar el tibio aire de la libertad, cruzar los portones de la ciudad y pasearse por las calles, entrar a las tabernas y departir con sus camaradas como un igual, sin miedo a pasar la noche en la prisión de Newgate.
Este recinto quedaba en la City de Londres, en la esquina de Newgate Street y Old Bailey Street, de ahí el nombre que le endosaron aquellos ingleses, tan probos y respetuosos – a regañadientes- de las leyes.
Según el escritor Irving Wallace, entre los más conspicuos Caballeros del Domingo destacó Daniel Defoe, fundador de la novelística inglesa, periodista, literato y aventurero, amén de vivir en enredos de faldas, intrigas palaciegas, marinero y sobre todo: deudas.
Tal vez el lector recuerde haber leído, visto, o le contaron de “Las aventuras de Robinson Crusoe”, la novela de aventuras que lo catapultó a la gloria, y que en el siglo 20 sería llevada al cine, a la televisión y manoseada por los mercaderes de Hollywood.
Aparte de escribir, que era tan poco rentable como hoy en día, Defoe tuvo la ocurrencia de instalar una fábrica de medias, y acumuló deudas por 17 mil libras, una suma nada despreciable en aquellos días venturosos.
El novelista se declaró en bancarrota y se refugió en Bristol; de ahí salía solo el domingo para ir a Londres y lucirse, sin ninguna pena, como dueño de su vida.
Dicen que Defoe andaba “vestido a la moda de la época, con una magnífica peluca, fruncidos volantes de encaje y espada al cinto”.
Al fin Daniel pudo cancelar hasta el último penique y obtuvo la ansiada libertad, para ingresar cuando le placiera a la “city”; pero fiel a su destino siguió metiéndose en líos, a punto estuvo de ser ajusticiado, vivió a su manera y murió feliz.
Como la pluma es más fuerte que la espada, cada domingo, este caballero tratará diferentes temas, con libertad y sin miedo a ser juzgado, arrestado y lanzado al calabozo.
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