Por Redacción Digital506
Morir es solo cuestión de estar vivo, pero no todas las personas fallecen plácidamente, entre ellos los futbolistas, algunos de los cuales pasaron a la otra cancha de manera trágica.
El último de la lista fue Freddy Rincón (55 años), internacional colombiano que brilló con su selección, varios equipos brasileños y el Real Madrid, por citar algunos.
Por su impresionante físico lo apodaron “El coloso de Buenaventura”, y murió la madrugada del 13 de abril pasado, tras colisionar -dos días antes- violentamente contra un autobús, en circunstancias poco claras.
Del Atlético Buenaventura pasó al Independiente de Santa Fe y al América de Cali; de ahí al Palmeiras brasileño, después al Nápoles y recaló en el Real Madrid, en 1995.
El Coloso disputó 21 partidos en la Casa Blanca y anotó un gol antes de volver a Brasil, a las filas del Palmeiras y el Corinthians, donde puso fin a su carrera como jugador.
Disputó tres Mundiales consecutivos y anotó el gol del empate frente a Alemania en 1990, en una de las imágenes más icónicas del equipo cafetero.
El centrocampista colombiano jugó 675 partidos y anotó 169 goles; pero sus fenomenales corridas hacia el marco rival acabaron entre un amasijo de metal. Las gravísimas lesiones le ocasionaron la muerte.
Ardió en llamas
Algo parecido le ocurrió a José Antonio Reyes (35 años), talentoso zurdo formado en la cantera del Sevilla español. Su veloz carrera lo llevó a militar en el Arsenal, Benfica, Real Madrid y Atlético de Madrid.
El 1 de junio de 2019 conducía a gran velocidad su Mercedes Benz y una llanta estalló; el auto rodó por la carretera, se convirtió en una bola de fuego y José Antonio ardió adentro, junto con uno de sus primos que lo acompañaba.
En el fondo del mar
Su brillante paso por el Nantes francés le valió la contratación con el Cardiff galés, pero Emilio Sala no pudo jugar un solo partido con ese equipo.
El jugador argentino se despidió de sus compañeros y subió a un avión alquilado para viajar a Cardiff, pero la nave cayó al mar entre el 21 y 22 de enero del 2019.
Los buzos hallaron el cuerpo de Sala en el fondo del Canal de La Mancha; varios colegas aportaron dinero para rescatar el cadáver.
Solo era una broma
¡Manos arriba!, gritó Luciano Re Cecconi, centrocampista de la Lazio. Ni siquiera tenía un arma en las manos y el joyero -Bruno Tabocchini- sacó un revólver de la gaveta, y lo cosió a tiros.
El falso asalto, con muerte real, ocurrió la tarde del 18 de enero de 1977, en Roma y el “Ángel rubio”, como lo apodaban, murió por una broma. Tenía un carácter alegre, festivo, pero hay personas que no aceptan bromas.
La gallina muere la víspera
Veloz y habilidoso, Gigi Meroni era el “George Best” italiano. Pintor, poeta, barbudo, una especie de “beatle futbolístico”. Adonde iba llevaba su mascota: una gallina.
La mañana del 15 de octubre de 1967, después del entrenamiento con el Torino -donde militaba desde hacía tres años- cruzó la calle para comprar un gelatto y lo atropelló un auto conducido por el joven Atillio Romero, quien 35 años después sería presidente de ese equipo.
Traspié mortal
A los 28 años Peter Dubovsky era la estrella del Real Oviedo, adonde recaló tras jugar en el Real Madrid. El eslovaco era un temible delantero.
En el verano del 2000 fue de paseo a Tailandia, con su mujer. Visitó las cataratas de Ko Samui, y al borde de la cascada resbaló. Cayó en picada, rebotó contra las rocas y se hundió entre la corriente.
El tren de la muerte
La vida de Robert Enke, portero alemán del Borussia Mönchengladach, fue insoportable desde que murió su pequeña hija -Lara- de dos años murió de un mal congénito cardíaco. Años después, él y su esposa Teresa, adoptaron a Leila.
Sufría de fuertes depresiones, acrecentadas por su temor al fracaso deportivo. Tal vez eso lo impulsó a lanzarse a las vías del tren, el 10 de noviembre del 2009.
El suicido de Enke conmoció a todo el país, porque el jugador era un fiel defensor de los animales y prestó su imagen para otras causas benéficas.