Por Redacción. Esta nota fue elaborada con asistencia de IA
Imagen tomada de internet
Tras la muerte del papa Francisco, comenzó en Roma la preparación del cónclave para elegir a su sucesor, en medio de tensiones internas.
Este martes se celebró la primera congregación general, donde los cardenales presentes comienzan contactos formales e informales sobre candidatos.
Este será el cónclave más internacional de la historia, con 135 cardenales de 71 países, muchos de ellos poco conocidos entre sí.
La Iglesia se enfrenta a una fuerte división entre sectores reformistas que respaldaban a Francisco y sectores conservadores opuestos a su legado.
Se teme que campañas de desinformación en redes intenten influir la elección, situación sin precedentes en cónclaves anteriores del Vaticano moderno.
Para elegir al nuevo papa se requiere el voto de dos tercios, es decir, al menos 90 cardenales entre los electores.
No hay un candidato claro; se espera un proceso más largo y complejo que los cónclaves de 2005 y 2013.
Entre los posibles papables figuran Pietro Parolin, secretario de Estado, y Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia, ambos italianos conocidos en Roma.
También suenan figuras internacionales como el filipino Luis Antonio Tagle, el congoleño Fridolin Ambongo y el estadounidense-peruano Robert Francis Prevost.
El papa Francisco nombró el 79% de los cardenales actuales, buscando una Iglesia cercana a las periferias, lo que marcará el tono del cónclave.
Figuras como Timothy Dolan, en el ala conservadora, y Jean-Claude Hollerich, en la progresista, podrían influir sin aspirar al pontificado.
Se espera una deliberación extensa, donde el consenso, la diplomacia interna y la claridad espiritual serán claves para definir al nuevo papa.
La Capilla Sixtina, epicentro del cónclave, acogerá las votaciones bajo estrictas normas de secreto y ceremonias milenarias.
Una vez electo, el nuevo pontífice será anunciado por el cardenal protodiácono con el tradicional “Habemus Papam” desde el balcón de San Pedro.
El elegido asumirá inmediatamente el liderazgo espiritual de más de 1.300 millones de católicos en un mundo fragmentado y desafiante.
El proceso refleja no solo una sucesión, sino una oportunidad para redefinir la misión de la Iglesia en el siglo XXI.
Muchos observadores esperan una figura que combine carisma, firmeza doctrinal y apertura al diálogo con los desafíos contemporáneos.
Mientras tanto, millones de fieles en todo el mundo oran y aguardan el anuncio que marcará una nueva etapa del cristianismo.
El futuro papa deberá reconciliar posturas opuestas dentro del clero y dar respuestas creíbles a los temas más urgentes del planeta.
Francisco dejó una Iglesia transformada, descentralizada y comprometida con la justicia social; ahora, su sucesor heredará ese legado en construcción.
______