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viernes, julio 26, 2024
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Golpes de Estado dificultan lucha contra yihadistas en África subsahariana

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Imagen por ORTN – TÉLÉ SAHEL

París, Francia | AFP Después de Malí y Burkina Faso, Níger está bajo el control de un régimen militar que podría aumentar los escollos en la lucha contra los grupos armados yihadistas en África subsahariana.

El presidente Mohamed Bazoum sigue secuestrado por las tropas del general Abdourahamane Tiani, jefe de la guardia presidencial de Níger, que se presentó el viernes en la televisión nacional como el nuevo líder del país.

Frente al avance de los yihadistas, las juntas militares se están imponiendo a las democracias, a las que una parte de la población local considerada ineficaces y corruptas.

Los militares que tomaron el poder en Níger anunciaron una nueva orientación estratégica. 

“El enfoque de seguridad actual no trajo seguridad al país, pese a los sacrificios realizados por los nigerinos”, declaró el general Tiani en su primer discurso, leído el jueves por televisión.

Níger y su presidente electo, principal aliado de los países occidentales en el Sahel, eran hasta entonces una excepción en una región víctima de violencias de los grupos armados y de una ola de autoritarismo teñido de soberanismo rusófilo. 

La junta de Malí recurrió a los mercenarios de la empresa militar privada rusa Wagner para luchar contra los grupos yihadistas -provocando la salida de las tropas francesas en 2022-, y las autoridades de Uagadugú optaron por la movilización de ciudadanos armados pidiendo la retirada de las fuerzas especiales extranjeras.

Mohamed Bazoum había decidido mantener la presencia de 1.500 soldados franceses en su territorio. 

Estas juntas de África subsahariana “responsabilizan a los aliados de regímenes que derrocan de la degradación de la seguridad. Los golpes de Estado son apoyados por un sector de la población que ya manifestó hostilidad hacia la presencia occidental”, explica Ibrahim Yahaya Ibrahim, investigador de International Crisis group. 

– Suspensión de todo apoyo presupuestario – 

Desde su primer discurso, el general Tiani prefirió tender la mano a sus homólogos sahelianos, cuestionando “el sentido y el alcance de una lucha contra el terrorismo que excluye toda colaboración con Burkina Faso y Malí” en la llamada zona de las tres fronteras. 

Debido a las tensiones diplomáticas, los militares nigerinos y franceses no pueden operar libremente contra las bases del Estado Islámico (EI) del otro lado de la frontera maliense, donde la organización lleva a cabo ataques en territorio nigerino.

“Esta crisis no se resolverá sin la cooperación con Malí”, asegura Tatiana Smirnova, investigadora del Centro Franco Paz para la resolución de conflictos. 

Para los socios occidentales las perspectivas son sombrías. La Unión Europea ya amenazó con suspender “todo apoyo presupuestario”. 

Sanciones internacionales podrían afectar al régimen como ocurrió en Malí.

Una posible salida de las fuerzas francesas o estadounidenses dejaría un vacío en una región particularmente problemática, según los analistas.  

Níger sufre una afluencia de refugiados procedentes de Malí y Nigeria, estimados en 255.000 en 2022 por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.

Mohamed Bazoum representaba un modelo de cooperación en materia de seguridad para las democracias occidentales y sus donantes. 

Su gobierno ejecutaba programas, como la “estabilización” de las comunidades afectadas por los reclutamientos yihadistas y la reintegración de sus combatientes, financiados por socios internacionales. El futuro de estas iniciativas es ahora incierto.

El general Tiani, a la inversa del poder civil -que aceptaba dialogar con algunos dirigentes de grupos armados-, denunció en su discurso del jueves la “liberación extrajudicial de dirigentes terroristas” por el régimen de Bazoum. 

En Malí y Burkina Faso, los militares en el poder optaron por una estrategia ultraofensiva contra los grupos yihadistas, manchada de acusaciones de exacciones recurrentes contra la población. 

“Son los civiles los que pagan el precio más alto de tal estrategia. Esto contribuye a la desestabilización y puede alimentar tensiones entre y dentro de la comunidad”, advierte Smirnova.

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