Los que acostumbran leer mis elucubraciones diarias sabrán que este título está lleno de sarcasmo. Primero porque yo creo que debemos exigir la prestación de los servicios en vez de defender instituciones; y luego porque he dicho hasta el cansancio que la CCSS, al igual que el resto del archipiélago institucional que nos obligan a mantener, le pertenece a sus empleados. Entonces ¿para qué deberíamos hacernos esa pregunta?
En Costa Rica, tenemos 70 años de un estatismo tan feroz como ineficiente. Ante ello, cabe cuestionarse cómo han sido capaces los políticos de turno de sostener un sistema que, no solo no satisface las necesidades de la población desde hace décadas, sino que además genera tanta confusión política, como para que una gran parte de la ciudadanía piense que por esa vía vamos a encontrar nuestras soluciones.
En Costa Rica, como en muchos otros países, el desempleo femenino es una realidad que afecta a un gran número de mujeres. Las estadísticas indican que las mujeres tienen una tasa de desempleo más alta que los hombres, esto implica que enfrentan mayores obstáculos para encontrar empleo y construir una carrera.
Difícilmente podremos disminuir la pobreza y la desigualdad social, si seguimos apostando por el asistencialismo en vez de por la generación de riqueza.
Desconozco si es por el predominio del catolicismo, pero es lo cierto que en Latinoamérica tendemos a buscar un salvador que resuelva nuestros problemas, cuando lo que deberíamos es exigir a todos los partidos políticos que pretenden dirigirnos, presentar sus propuestas de desarrollo y, luego, estudiarlas nosotros a conciencia.
No es casualidad que la mayoría de las democracias estén en crisis: el pésimo o ausente diseño de las políticas públicas ha hecho que la insatisfacción reine entre la mayoría de los ciudadanos, puesto que pasan los decenios y, en realidad, muchas de sus necesidades -algunas de ellas básicas- no se ven satisfechas.
En los últimos meses estuve muy cerca de personas a quienes admiro mucho, quienes me hicieron tomar conciencia de algo a lo cual, honestamente, no le había prestado la atención que merece: el daño que nos hace la inmediatez.
En caso que la Asamblea Legislativa no apoye la consulta de referendo, el presidente Chaves deberá conseguir al menos 180 mil firmas para avanzar con sus planes.