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Caballero del Domingo: Un ser humano perfecto

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“Vigilándola mientras regresaba a casa en su carro, la bajaron de él, la arrastraron y se la llevaron a la Iglesia; la desnudaron y la asesinaron. Después la despedazaron y quemaron sus miembros destrozados.”

Eso parece una noticia de sucesos, de un periódico sensacionalista moderno; pero ocurrió el 8 de marzo del año 415, en Alejandría; hace 1,600 años, una turba de monjes fanáticos cristianos, mató a la filósofa y científica pagana: Hipatia.

El crimen sucedió en cuaresma, y marcó el fin de la vasta cultura clásica pagana; desapareció la mayor parte de la sabiduría antigua, suplantada por las creencias religiosas y la intolerancia.

Pasaron más de mil años, hasta que surgieron dos científicas del nivel de Hipatia: María Gaetana Agnesi – estudió el cálculo integral y diferencial- y Sophie Germain -desarrolló la teoría de los números y la de la elasticidad- en el siglo XVIII.

Hipatia era hija de Teón, un ilustre sabio que la educó en las ciencias y la filosofía; daba lecciones públicas sobre Platón y Aristóteles; tenía muchos seguidores, y desató la envidia del obispo Cirilo, santificado años después.

Ella estudió en Roma y en Atenas; ganó la admiración de sus maestros, por la claridad y agudeza de su inteligencia, pero su condición de pagana le granjeó muchos enemigos.

La sabia formó parte de una élite fiel a las antiguas ideas y creencias, preocupada por preservar el legado de los sabios clásicos, en un ambiente cada vez más hostil, hacia la herencia ilustrada del helenismo.

“Tan atractiva y dialéctica en sus discursos, dispuesta y política en sus actuaciones, el resto de la ciudad con buen criterio la amaba… su nombre parecía ser magnífico y digno de admiración”, escribió el sabio Damascio, años más tarde.

A Hipatia le gustaba aprender por sí misma, preguntarse el por qué de los hechos y las cosas; se negó a traicionar sus conocimientos científicos, y no aceptó la intransigencia de una fe, basada en la ignorancia.

Cientos de discípulos -entre aristócratas paganos y cristianos- acudían a su casa, para escuchar sus comentarios sobre los clásicos griegos: Euclides, Arquímedes y Diofanto; así como sus ideas acerca del neoplatonismo.

Muchas de sus obras -tildadas de herejías- desaparecieron; trabajó en la Biblioteca de Alejandría, y ahí inventó modelos de astrolabios, para calcular el tiempo y conocer la posición del sol, las estrellas y los planetas.

Opuso la razón a la superstición, la ciencia a la creencia; la equidad sobre las diferencias; defendió el derecho a pensar, porque “la verdad no cambia, sea o no creída por la mayoría de las personas.”

En 1884 fue descubierto un asteroide, de unos 148.5 km de diámetro. En honor a Hipatia – la primera científica de la historia-  el cuerpo celeste fue bautizado con el nombre 238 Hypatia.

La muerte de Hipatia y la impunidad de los asesinos resonó como un estallido en Alejandría; su pensamiento influyó en el de su tiempo, en el de los siglos venideros, y sus idearon quedaron para la eternidad.



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