Anduvo en boca de todos, por una canción. Práctico, barato, durable, pero sobre todo humilde; lo presentaron como un objeto desechable, que solo servía para algo tan simple, como dar la hora.
En la Edad Media inventaron el reloj mecánico, un aparato fascinante que transformó la vida de todas las personas en las ciudades, e introdujo en el mundo occidental, los valores de precisión y eficacia.
Desde los rudimentarios artilugios de sol, pasando por las clepsidras y desembocando en los modernos dispositivos, los hombres desplegaron su ingenio para atrapar el tiempo, medirlo, usarlo, aprovecharlo, gastarlo, en fin, vivirlo.
Con los siglos, el reloj pasó del campanario, a los palacios de los nobles, de ahí a los bolsillos de los ricos y más tarde a las muñecas de todos; para aterrizar en la letra de una canción, con más de 65 millones de descargas.
Pero cambiar “un rolex por un casio” hizo a más de uno volver a ver su brazo izquierdo, para comprobar que aún estaba ahí, y recordar -o buscar en la Internet- a Tadao Kashio (1917-1993), el magnate japonés de la electrónica.
Es probable que Shakira ignore quien fue Kashio; pero casi todo el planeta consulta la hora en un Casio, de unos cinco dólares, aunque pocos pueden comprar el de lujo, que cuesta $70,000. Diez veces más que un Rolex.
Tadao no necesitó pelearse con un amante para cambiar el mundo. Un día de 1923 -después del terremoto de Nankoku- un niño regordete se fue a vivir a Tokio. Se marchó, por amor a su familia.
Consiguió trabajo en un taller como fabricante de ollas, sartenes y bicicletas. El jefe reconoció su talento, y le aconsejó estudiar en la universidad. Con el título de ingeniero renunció al empleo, y fundó Kashio Seisakujo.
Su primer invento fue una boquilla de cigarrillos; pero alcanzó el éxito con la primera calculadora electrónica. Tenía el tamaño de un escritorio, pesaba 140 kilos. Después de algunos contratiempos, firmó un contrato para distribuirla.
Nada detuvo al genio de Tadao y rebautizó la compañía como Casio Computer Co; en pocos años construyó una planta y -como buen japonés- nombró a su padre presidente honorario de la compañía, eso es piedad y gratitud filial.
Tras convertirse en una firma global, se lanzó a la conquista del mercado de relojes de pulsera, con sus Casio, piezas que reflejan el espíritu de Tadao, un hombre sabio, sin rencores, dedicado a mejorar la vida de los demás, no a rebajarla.
Aprovechar el tiempo en actos positivos, dejar un mundo mejor, cultivar los talentos recibidos para engrandecer a la humanidad, esa era la filosofía de Kashio.
En el siglo 12, el clérigo Juan de Salisbury, se preguntó: “¿Qué es más indigno que el hombre que pierde el tiempo; quien desperdicia su propia vida y por lo tanto se deshonra a sí mismo?”.
El tiempo perdido, hasta los santos lo lloran.
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