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martes, abril 23, 2024
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Caballero del Domingo: El hijo de Nancy

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Imagen tomada de internet


La madre leyó la carta del maestro. “Su hijo es un genio, esta escuela es muy pequeña para él y no tenemos buenos maestros para enseñarlo, por favor enséñele usted”. Nancy abrazó al pequeño Edison y siguió el consejo pedagógico.

Al cabo de muchos años Thomas Alva Edison (1847-1931) llegó a ser empresario -fundador de General Electric-, inventor -más de 1300 registros-, personaje controvertido y uno de los mayores benefactores de la humanidad.

Todo gracias a su maravillosa y heroica mamá, Nancy Elliott Edison, quien lo educó en su casa, le enseñó a leer buenos libros -con un particular método de lectura veloz-, impulsó su genio creativo y le abrió las puertas del conocimiento.

Ella lo alumbró – así como Edison alumbraría al mundo- el 11 de febrero de 1947; fue el sétimo hijo de su matrimonio con Samuel Ogden Edison, un devoto presbiteriano, quien vivió 91 años.

Nancy nació – el 4 de enero de 1810- en Chenango Country, un pueblito de Nueva York; su padre fue soldado que luchó con las tropas inglesas contra los revolucionarios americanos. Ella llegó a ser profesora en una escuela pública.

El niño afrontó muchos problemas en la escuela, era disléxico y ese padecimiento se investigó 100 años después; por lo que Edison fue considerado poco menos que un imbécil.

Los maestros golpeaban a los niños, los “fajeaban” y sometían a humillaciones, porque se creía que la “letra con sangre entra”.

Tales métodos disgustaban a Nancy, y ella decidió retirar a Edison de aquel suplicio, que confundía educación con agresión; prefirió formarlo en su casa, y en medio de las tareas domésticas lo educó para la vida.

Ella le enseñó a leer y a escribir; aprendió aritmética; leían en voz alta libros de historia antigua y los autores populares de aquellos días, como William Shakespeare y Charles Dickens. Por cada libro leído el padre le daba 10 centavos.

Así potenció el talento de Edison para la tecnología, las industrias eléctricas, los sistemas de comunicación y la invención de una infinidad de aparatos, como el kinetoscopio y el fonógrafo, sin ellos no habría Netflix ni Spotify.

Volvamos a la carta inicial. La madre enfermó de demencia senil, y murió cuando Thomas tenía 24 años. Según una historia apócrifa, el texto original era: “Su hijo está mentalmente enfermo, y no podemos permitirle que venga más a la escuela.”

Los biógrafos del genio de Menlo Park, como lo apodaban, no encontraron rastros de esa misiva escolar; sí es cierto que Nancy desistió de enviar a Edison a la escuela, y ella lo educó en la casa.

Más allá del rumor, el inventor recordó así a Nancy: “Mi madre fue la que me hizo como soy. Fue tan leal, estaba tan segura de mí, que yo sentía que tenía un motivo para vivir, alguien a quien no decepcionar“.

Es inconmensurable el poder de las palabras. Bastaron tres para crear el mundo: ¡Hágase la luz!, la misma que un día Edison atrapó en un bombillo.




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