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domingo, noviembre 24, 2024
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Un amigo con superpoderes

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Imagen tomada de La Vida Secreta de las Mascotas / Netflix

Argos, de la Casa de Ulises

Soy un pata’e perro porque me gusta mucho andar en la vecindad; apenas capto la vibración del motor del carro que viene a llevarme de paseo -a 500 metros- mi cola se agita y siento mariposas en la barriga.

Como soy un experto en observar el lenguaje corporal, me resulta sencillo saber cuándo vienen por mí para salir al centro comercial, ir a corretear por el parque o simplemente dormitar en la casa ajena y comer bien rico.

Además del sonido que les conté, noto que Mi Amigo consulta el teléfono, ve de reojo el reloj, deja de escribir, mira la puerta del jardín, echa la silla hacia atrás, y sin decir media palabra, estoy listo para salir disparado, cuando escucho: ¡Vamos!

Los humanos piensan que los caninos tenemos superpoderes. Pero nada de eso, desarrollamos -producto de la evolución- una serie de capacidades físicas y mentales para sobrevivir, y ahora las utilizamos con otros fines, como expresar afecto, gratitud, solidaridad y amistad a los sapiens.

Mi Amigo creerá que soy clarividente, o por lo menos telépata, y -sin ánimo de ser presuntuoso- capto con mi olfato su nivel de estrés y oigo los latidos de su corazón.

Solo los caninos podemos usar el oído como un supersentido, en segundos sintonizamos las vibraciones cardíacas y podemos ajustar nuestro ritmo al suyo y sincronizarlo. Así es como el corazón de Mi Amigo y el mío, laten al unísono.

Todo esto viene a cuento porque vemos una serie en Netflix, sobre las mascotas, de todo tipo, y como los científicos humanos estudian los beneficios de nuestra inteligencia, comunicación, fortaleza e instintos.

Debido a que abrimos los ojos como a los 15 días de nacidos, podemos orientarnos -sin perdernos- porque tenemos en la punta de la nariz, algo así como un sensor térmico, igual al de un misil teledirigido, para detectar el calor corporal.

Aunque oler es nuestro sentido estrella, el detector de calor nos permite localizar comida, y sentarnos en el sillón, cuando alguien se levanta y lo deja calientito, o mejor aún: dormir hecho un puño, junto con Mi Amigo.

Si esto parece poco, en la garganta poseemos un órgano capaz de captar información química en el aire, de cualquier ser vivo, con lo cual podemos ayudar a pacientes enfermos de diabetes, epilepsia, depresión o males desconocidos.

Tal es el caso de Barna, que es una especie de ángel guardián de Emily, una joven quien padece un extraño mal; sin previo aviso ella cae inconsciente, y los médicos desconocen la causa o cómo anticipar esa desconexión.

Barna sí lo hace porque percibe, cinco minutos antes, los cambios en el sudor y el aliento de Emily; completó un entrenamiento de 18 meses y fue el primero de su raza en registrarse como asistente oficial médico.

Ella puede disfrutar de la vida con libertad, siempre en compañía de Barna, porque él le advertirá a tiempo de un posible desmayo, y actuará para darle la atención necesaria y salvarla.

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