Argos, de la Casa de Ulises
Los caninos somos ciudadanos del mundo. Las nacionalidades y las fronteras carecen de importancia para nosotros; en eso somos diferentes a los humanos, que tienen un arraigo especial con el país donde nacieron.
Vivo con una familia sapiens, y esa es mi manada; pero se que hay otra más grande, con la que me identifico: la de los ticos.
Toda mi vida -tres años- la he pasado en el mismo barrio, solo salgo cuando vamos de paseo, y aunque tengo varios parientes -Dodgi, Zulu y Punky- que viven en La Florida, nunca he ido a visitarlos.
A mi me gusta este país, tal vez no sea tan rico, ni tan extenso, ni tan organizado como son otros, pero tiene algo especial: ¡Es mío!
Claro que gruño, como buen tico, pero rara vez muerdo; y no paso de ladrar, rascar el piso, babear y amenazar con comerme a mis otros camaradas.
Mi Amigo acostumbra decirme, y yo ladro lo mismo, que nadie ama su patria porque sea grande, si no porque es suya.
Así lo comprobé -una noche de estas- en que llovía como si el cielo estuviera roto. Eran casi las seis de la noche y Mi Amigo decidió que fuéramos al desfile de faroles.
Llegamos al parque; cayeron las primeras gotas y al ratito ya era un aguacero bíblico. A pesar de eso, y apretujados bajo los paraguas, los niños encendieron las velas, entonaron el Himno Nacional y la Patriótica Costarricense.
Apenas cesó un poco la lluvia comenzó el improvisado desfile, detrás de la antorcha de la independencia. Tronaron las bombetas y yo me hice chiquitico, porque esos ruidos me dan mucho susto y tiemblo como una gelatina.
Mientras “caminábamos” – yo iba alzado- reflexioné sobre ese espíritu patriótico tan particular de los ticos; a pesar de la lluvia, del frío y las incomodidades, salieron a celebrar -como todos los años- la víspera de la Independencia.
La Patria no es el gobierno, ni el lugar, ni el sistema económico o político, o esas ideas que conciben los humanos; es un sentimiento, algo así como lo que me une a Mi Amigo, aunque los dos seamos de distinta especie animal.
Un tico es un tico, sin importar dónde se encuentre. Comparten las mismas costumbres, disfrutan de sus comidas, bebidas, maneras de hablar, de comportarse, de enojarse y todos son “igualiticos”.
Ignoro como serán mis paisanos en otros países; pero aquí yo soy como un rey -más que ese de Inglaterra-. Salgo adonde me place, vivo en mi casa y el Gran Perro en la de todos; hay igualdad de razas, ninguna es más ni menos que la otra.
Puedo ladrar sin que me impongan un bozal, o me lleven a la perrera por irme del hocico; tengo un chonete y una camisa de la sele -no voy a Qatar porque los musulmanes nos consideran seres impuros-.
Y vean si ya soy un tico -de a por derecho- que todo lo dejo para el final.
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