Imágenes tomadas de internet
Rico y famoso a punta de martillo, como Thor. En el camino conoció -tres veces- a Dios, trabó amistad con Jesucristo, partió el pan con el apóstol San Pablo, fue la putiamante de Luis XV, y tuvo tiempo de matar al faraón Tutankamon.
¡Uff! Una vida agitada, que sin duda continuará, tal vez en una versión ampliada y mejorada, si bien esta última fue de loca fantasía: modisto de estrellas.
Aunque le arda a los escépticos, el joven Francisco Rabaneda y Cuervo, más tarde Franck Rabanne y conocido en toda la galaxia como Paco Rabanne, desencarnó este viernes 3 de febrero y detuvo su edad, por ahora, en 75 mil años.
El costurero de las luminarias falleció en su mansión, de la costa en el Finisterre francés; estuvo rodeado de su familia, y vivía ahí, por que le apasionaba el mar y sus recuerdos infantiles.
En 1999 enloqueció a los parisienses, con un aviso apocalíptico derivado de su particular lecturas de las profecías de Nostradamus; anunció que la estación espacial MIR, caería sobre París y no dejaría ni un lápiz labial en pie.
Como nadie le creyó, y la Ciudad Luz siguió encendida, Paco retomó sus pinzas y planchas de metal, para continuar en el oficio que lo encumbró al Olimpo: la alta costura y la perfumería.
Deslenguado y mordaz, forrado en billetes como un jeque árabe, podía decir lo que le apetecía, sin temor a las risas envidiosas de sus detractores, porque “a quien gana mucho dinero, no se le considera un loco”.
Su lengua bífida destiló veneno y nadie estaba a salvo de sus dardos. Jean Paul Gaultier fue una víctima: “Su nuevo perfume es espantoso. Los homosexuales pueden hacer perfumes para hombres, pero no para mujeres porque no las aman”.
De John Galliano o Alexander McQueen dijo que ambos “se limitan a copiar la moda del pasado”. Una vez, Galliano, borracho, sacudió del pelo a una mujer y le gritó “!Sucia cara de judía, tendrías que estar muerta!”
Y McQueen se suicidó, a causa de la soledad, las adicciones, las inseguridades y las presiones de los desfiles; los dos modistos fueron retratados con pelos y señales por Dana Thomas en “Dioses y Reyes”.
Moda metalúrgica
Si a Paco la lengua no le pesaba, a Coco Chanel menos. Con todo el desprecio del mundo lo apodó “El metalúrgico de la moda”, debido a que sus creaciones estaban inspiradas en plásticos y metales, un vestido pesaba 30 kilos.
La vida privada de Rabanne fue un misterio. Los correveidiles de la prensa nunca encontraron un amante -hombre, mujer o lo que fuera- que revelara sus pecados, tampoco hijos o bastardos, sobrinos ni arrimados.
Días antes de su ascenso a otra esfera vital -recordemos que Paco creía en la reencarnación-, un indiscreto anunció la boda del modisto, con un mancebo de su entorno, en una ceremonia íntima, casi póstuma.
Habladurías de conventos. Lo cierto es que el alma de Rabanne decidió encarnar el 18 de febrero de 1934, en Pasajes, Guipúzcoa, en el hogar regentado por el general Rabaneda-Postigo, y la jefa de costureras de Cristóbal Balenciaga.
Ella era una mujer vanguardista, que escandalizó a los conservadores burgueses de su pueblo, porque lucía pelo corto y los vestidos sin corsé, de Paul Poiret.
Este fue el gran innovador de la moda, liberó a las mujeres de las prendas íntimas que encarcelaban el cuerpo; inventó el concepto del desfile, fue el primero en lanzar su propio perfume – no la Chanel- y se inspiró en la cultura oriental.
La mamá de Rabanne lo empujó en el oficio; era una mujer pragmática pero fue la abuela, quien le transmitió el gusto por el esoterismo; “era chaman, me inició muy pronto en el conocimiento del mundo”, explicó en una entrevista en el 2005.
Durante la guerra civil española, el padre estaba a cargo del cuartel militar de Guernica -la ciudad arrasada por la aviación nazi-; en 1936 los franquistas lo cosieron a tiros, en un paredón.
La familia sobreviviente huyó a Francia, en 1939; allí estudió arquitectura y a los 31 años comenzó su carrera de diseñador, con una colección de doce trajes, uno de ellos de plástico.
Dedal de oro
Amparado en su título de Bellas Artes, en París, probó suerte con el diseño de accesorios, joyas, corbatas y botones para Cristian Dior, Saint-Laurent o Pierre Cardin.
Pronto fundó su propio negocio; sus creaciones usaban papel y metal, con atrevidas figuras, con un toque arquitectónico y en especial, por emplear a modelos negras. En un dos por tres se volvió “l’enfant terrible” de ese mundillo.
Sus montajes eran provocadores; las jovencitas bailaban sobre la pasarela con los pies desnudos, y -en 1966- la cantante Francoise Hardy posó para la revista “Elle” con un traje de baño rectangular, de plástico blanco. ¡Fue la locura total!
En 1968 firmó un contrato con la marca española de perfumes Puig, y lanzó “Calandre”, con un éxito brutal. Esa incursión en el mundo de la fragancias, no solo se mantuvo; con el tiempo pasó a ser su nueva identidad.
Los años 60 fueron los del despegue. Diseñó los trajes de Jane Fonda, para “Barbarella”; vistió a Audrey Hepburn, Elizabeth Taylor, Brigitte Bardot, y a todo el que era alguien, o quería ser alguien.
Rebelde y radical, lanzó su manifiesto: “No todo el mundo puede ser una estrella. Hay que ser muy listo. Lo esencial es que hablen de ti, diferenciarse de los otros. No copiar nunca”.
Hombre de talentos múltiples el éxito le atrajo la admiración de muchos, el odio de bastantes, y la infamia, por su boca destemplada.
Sus vestidos, perfumes y diversidad de productos, están grabados en la mente de millones de personas; que asocian su nombre con la frialdad del metal, sin dejar de ser amable y seductor.
Ahora, Paco Rabanne volvió a ser libre, voló lejos; para él la moda fue un pretexto para soñar y divertirse, en esta vida y en las otras.
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