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jueves, noviembre 21, 2024
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Opinión | Siempre se puede | Populismo: el amargo banquete de las élites

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Laura Sauma
articulista@icorpcr.com

Cuando un populista irrumpe en la escena política de un país, las élites políticas, empresariales e intelectuales se escandalizan. ¡Qué sorpresa!

Rápidamente claman que ese no es el camino y se presentan como salvadores, sin reconocer que su inacción y abusos fertilizaron el terreno para el populismo. Fueron cómplices de su llegada, al pensar solo en su propio beneficio, y dejar de lado la ruta del desarrollo nacional.

Por eso, no es válido querer aparecer ahora como los correctos o los redentores. ¿O acaso los problemas actuales surgieron por generación espontánea?

Repartir los recursos públicos en privilegios odiosos, imponer todo tipo de obstáculos al que quiere producir, beneficiar a los “compas”, mantener instituciones ineficientes, permitir que reine la impunidad y abandonar a la ciudadanía a su suerte, son prácticas que tienen consecuencias, y por las que ahora estamos pagando el precio.

¿Se ha preguntado si las pensiones de lujo, las diferencias salariales abismales entre instituciones, o los privilegios impensables incluidos en las convenciones delictivas existirían, si los políticos de turno y la “institucionalidad” hubieran funcionado?

En los años ochenta, debimos tomar decisiones difíciles, pero preferimos la estrategia del “nadadito de perro”, mediante la cual se enriquecieron unos a costa de la mayoría, con la esperanza de que “el pueblo” seguiría aguantando.

Cada sector llevó agua a su molino, sin pensar en que no hay almuerzo gratis y esas exoneraciones o incentivos se le iban a cargar al resto.

Pero, tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe. Con un sistema educativo que expulsa a los estudiantes, un sistema de salud con listas de espera de 500 días, el 50% de los adultos mayores sin pensión y un 40% de informalidad laboral, la gente se cansó. ¿Cómo se espera que alguien acepte mantener un sistema costoso, que no le satisface sus necesidades básicas?

Mientras algunos individuos le hablan efectivamente a esta ciudadanía harta, sus opositores siguen con su discurso sobre la importancia de la democracia y la institucionalidad, conceptos que poco le importan a quienes tienen hambre o están hartos de tantas injusticias.

Para tener una democracia funcional se requiere institucionalidad, pero ¿implica esto mantener el sistema tal y como está?

El desfile de políticos añejos, muchos de ellos responsables de la debacle actual, continúa con discursos sobre la importancia de mantener el diálogo, y volver a nuestras raíces. Pero ¿a cuáles raíces, exactamente? ¿a las del cinismo y la negligencia?

¿Podrían gastar su tiempo en proponer mejoras que busquen satisfacer las necesidades ciudadanas?, ¿Trabajar en reformas para acabar con la impunidad y la corrupción en el sector público? ¿Reconocer que los sistemas de salud y educación han colapsado y necesitan reformas estructurales?

Estas iniciativas, por honestas, serían revolucionarias en nuestro contexto, y lograrían por ello conectar con la ciudadanía.

Pero seguir abrazando instituciones públicas sin reconocer sus fallos es hablarle a su coro. La CCSS y el MEP son causantes del desempleo estructural: una por ser cara, y la otra por no proporcionar herramientas adecuadas. Si no partimos de esas realidades amargas, no vamos a poder cambiar el rumbo del país.

En materia electoral, impedir que los partidos políticos desaparezcan por inacción, mantiene vivos los vehículos para cualquier aventurero político.

Pero tampoco ayuda su complejo sistema de financiamiento, o la falta de exigencia en lo referente a la calidad de sus programas de gobierno, o de sus exponentes individuales.

En lugar de tratar de vender la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor, sería mucho más conveniente que los actores políticos tradicionales aceptaran su responsabilidad en la situación actual, que dieran paso a nuevos liderazgos y, si así lo desean, aportaran su experiencia para trabajar en las reformas estructurales que necesitamos, aunque sean dolorosas e impopulares.

¿Cuáles? Algunas podrían ser:

  • Dividir la CCSS en tres áreas, y sacarla de la operación de los hospitales, tal y como lo establece la Constitución.
  • Intervenir AyA y el ICE, para evitar que sigan los racionamientos en una y que empiecen en la otra.
  • Implementar un sistema de vales, o cupones (vouchers) en la educación, para que los padres de familia puedan elegir a qué escuela o colegio van sus hijos.
  • Discutir los servicios que brinda el Estado (cuáles, por qué, para qué y cómo medirlos), para poder ajustar la estructura del Estado a nuestra realidad.
  • De acuerdo con lo anterior, proceder al cierre de instituciones y al despido de empleados públicos; conscientes ya de que mantenerlos sin que se requieran, es una de las razones del desempleo estructural en el sector productivo.
  • Realizar una reforma del empleo público, para responsabilizar a los empleados de sus acciones y acabar, de una vez por todas, con la impunidad reinante.
  • Simplificar nuestro sistema tributario, eliminando exoneraciones, reduciendo las tasas  y ampliando la base.
  • Automatizar y digitalizar procesos, lo que permitirá el mejor manejo de los recursos públicos y facilitará el control ciudadano de los mismos.
  • Trabajar en un sistema de compras públicas eficaz y amigable, que permita el control ciudadano, con alertas ante contrataciones amañadas y posibilidad de detenerlas; en lugar de seguir pagando por el SICOP para mantener a la inservible RACSA.

Todo ello afectaría a los grupos que se han beneficiado del sistema durante décadas.

Además, implica abandonar el enamoramiento institucional que tanto daño nos ha hecho, pero ya llegó la hora en la cual los ciudadanos debemos entender que tenemos que exigir los servicios, en vez de defender las instituciones que deben brindárnoslos y no lo hacen.

No obstante, todas esas acciones demandan coraje y valentía, pues enfrentarán la resistencia de las élites que se han enriquecido y viven del desorden y el desastre.

Pero al traer beneficios palpables para la mayoría, rápidamente tendrán el apoyo ciudadano, podremos así darle vuelta al timón y empezar nuestro camino hacia el progreso.

En conclusión: el populista no hubiera llegado si quienes tuvieron el poder no se hubieran dedicado a abusar de él y a repartirse los recursos públicos.

Las élites políticas de ayer, deben aceptar hoy que sus métodos son la causa del problema, no la solución… y darle espacio a los líderes que promuevan recetas diferentes.

Su momento de figurar ya pasó: ese es su amargo banquete. Pero si de verdad quieren dejar un país mejor, que aporte cada uno su experiencia, cuando sea posible, en cómo implementar el nuevo modelo de desarrollo, y si no que dejen el camino libre, porque ya suficientes obstáculos tenemos que brincarnos para salir adelante.





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