La humanidad yace en las garras de la opresión; su libertad, desvanecida en un mundo dominado por corporaciones gigantes.
Nos encontramos sumidos en una realidad manipulada, donde el significado auténtico de la libertad ha sido arrebatado, en pro de una competencia superficial, el materialismo y el consumismo desenfrenado.
El capitalismo nos ha robado la libertad inherente, que nos fue concedida desde el principio, y hemos permitido que la corriente nos arrastre, sin cuestionar.
Hoy, los niños sufren abusos que nos desgarran el corazón. ¿Cómo podemos aceptar tanta crueldad, y conciliar el sueño en paz? ¿Por qué el tráfico sexual sigue existiendo en nuestras fronteras? ¿Cómo hemos arrebatado esta libertad a quienes llegaron a este mundo confiando en nuestra protección?
Nuestra desconexión con la naturaleza es la raíz de este problema, el olvido de nuestra inter-conectividad con todo lo que existe: el agua, la madre tierra y nuestros semejantes.
Optamos por vivir en ciudades atrapadas, como ratas en un ciclo de repetición que nos convierte en autómatas, donde actuamos sin conciencia, como meros robots siguiendo un horario para “sobrevivir”. Todo esto en un sistema diseñado para que solo el 1% de la población se vea beneficiado.
Existe un trauma inter-generacional que se manifiesta en el abuso continuo y la explotación de la tierra, lo que alimenta aún más la esclavitud del monstruo capitalista.
El eslogan de “Esencial Costa Rica”, proclamado por el marketing, solo disfraza la realidad: pocos se unen para luchar contra la destrucción de las costas y su hábitat.
Todo para satisfacer la demanda capitalista de construcciones, que ignoran la naturaleza y su destrucción, sin comprender que es la COSTA rica lo que atrae al turismo y ese sentimiento de sanación y conexión, que muchos buscan al llegar a nuestro país.
El miedo a unirnos como especie, y proteger los derechos de libertad, no solo como seres humanos, si no también de nuestro hogar -la tierra- nos ha llevado a esta situación actual.
Vendimos nuestra libertad en nombre de un supuesto progreso, y de la búsqueda de sueños materiales; pero hoy en día, estos sueños son manipulados por las grandes empresas farmacéuticas, petroleras y tecnológicas, que nos empujan aún más hacia una desconexión profunda.
¿Podemos sentarnos en la naturaleza, reposar en su regazo durante más de una hora al día sin mirar nuestros teléfonos? ¿Podemos escuchar lo que ella nos dice?
Cargar nuestras baterías con su energía y liberar todas las angustias mentales, emocionales y físicas, buscando un equilibrio interno, una libertad que supere cualquier proyección externa.
Si la respuesta es no, no estamos experimentando una libertad verdadera. Nos convertimos en esclavos de un sistema que nos oprime y nos desconecta, cada vez más de nuestro poder y de nuestra verdadera esencia.
Es hora de reclamar nuestra libertad, al igual que la Madre Tierra nos pide que la protejamos. Este cambio debe comenzar a nivel individual, conectándonos con nuestra libertad primordial.
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