
Emprendedurismo y Desarrollo Personal
Por Doris Molina Mora dorismm@me.com
Gran parte de nuestra vida transcurre en pausa. Esperamos sentirnos preparados, comprender lo que aún no entendemos y, en el fondo, que alguien nos autorice.
Mientras tanto, los días avanzan. No se detienen ni consultan. Siguen ofreciéndonos posibilidades que, a menudo, dejamos pasar; no por incapacidad, sino por exceso de vacilaciones.
Kafka, con su claridad punzante, nos confronta: no sugiere planear ni mejorar. Dice: “Empieza ya a ser quien eres, en vez de calcular quién serás.”
Sin máscaras, sin guiones ni ese hábito de aplazar lo verdadero bajo palabras bonitas como “prudencia”, “madurez” o “responsabilidad”.
Nos enseñaron a proyectarnos hacia el futuro, como si el presente careciera de valor. A invertir energía en la idea de quienes algún día podríamos llegar a ser, olvidando que la vida solo ocurre aquí, en este instante.
Y así, casi sin notarlo, construimos un modelo imaginario que se aleja con cada paso, porque ninguna versión futura puede ofrecernos la plenitud que solo se alcanza siendo auténticos hoy.
Comenzar a ser uno mismo no requiere una estrategia elaborada. Requiere franqueza. Un acto silencioso de despojo. La determinación de dejar de agradar, de soltar el molde, de asumir con dignidad lo imperfecto.
Implica revisar lo que hemos callado para no perturbar. Sostener decisiones que otros tal vez no comprendan. Y renunciar: a vínculos, a lugares, a hábitos.
Pero nada de eso pesa tanto como la carga de negarse a sí mismo.
Cuando eliges ser tú, se transforman tus diálogos, tu manera de vincularte, tu forma de percibir. No porque hayas ascendido a una versión superior, sino porque estás más cerca de tu verdad. Y eso, por sí solo, ya es transformación.
Vivimos en una época que glorifica la apariencia, que celebra lo estándar y enaltece la adaptación como si fuera virtud.
Por eso, ser auténtico no es solo una forma de libertad: es un modo de resistencia.
Una resistencia que se opone a los discursos que dictan cómo deberías sentir; que cuestiona los modelos que se reinventan cada semana, como si ser humano fuera una moda más; y que se rebela contra la costumbre de aparentar que todo está en orden, cuando por dentro hay una tormenta.
Ser quien realmente eres no es una meta, una etiqueta o una travesía. No es vanidad, es honestidad.
Y en ese trayecto hay momentos inciertos, por supuesto. Instantes en los que una duda si vale el esfuerzo. En los que la voz ajena parece más potente que la propia.
Pero también aparece una serenidad distinta. Un silencio que no necesita ser aplaudido. Y un alivio profundo que llega cuando dejas de actuar.
No se trata de destruirlo todo ni de escapar. Se trata de habitarte sin engaños. De no seguir cediendo tu verdad por encajar. Y de dejar de buscar aprobación en espacios donde jamás habrá comprensión real.
Empieza ya. No porque todo esté claro sino porque ya has esperado demasiado. Y tu alma no nació para cálculos, sino para presencia.
—