
Emprendedurismo y Desarrollo Personal
Por Doris Molina Mora dorismm@me.com
Muchos hombres crían desde lo que les faltó: el abrazo, la guía, una voz que dijera “Estoy orgulloso de ti.” Algunos crecieron entre gritos. Otros, en el silencio de la ausencia. Y no pocos, bajo la violencia disfrazada de autoridad.
Pero hay quienes, con el alma aún remendada, decidieron no repetir la historia. Sin haber sido cuidados, aprendieron a cuidar. A veces levantan la voz o se alejan sin saber cómo acercarse. Pero lo intentan. Se cuestionan, se detienen, y logran pedir perdón.
Sanaron mientras sostenían a otros. Se convirtieron en padres sin modelo, a pura voluntad.
No basta con engendrar. Un buen padre se queda cuando el miedo aprieta. Sabe proteger, sin endurecerse.
Mira a su hijo y se pregunta: “¿Cómo doy lo que nunca recibí?” Y, a pesar de todo… lo da. Tiempo. Presencia. Ternura. Permiso para llorar, aunque a él se lo hayan negado.
Hay hombres que crecieron junto con sus hijos. Que cada noche, en silencio, se cuestionan si lo están haciendo bien. No son héroes de película. Son reales.
Y cada vez que eligen no gritar, no golpear, no abandonar… rompen una cadena. Y siembran un legado más sano.
Porque ser un buen padre sin haber tenido uno, es de los actos más valientes que existen.
A ti, que estás criando mientras sanas: ¡GRACIAS! Tu amor imperfecto es de las formas más puras de valentía que ha conocido este mundo. ¡Feliz Día del Padre!
—