Por Redacción. Esta nota fue elaborada con asistencia de IA
Imagen tomada de internet
Una noche cualquiera, el arqueólogo Jerry Moore observó a su gato y se preguntó cómo aquel animal había llegado a convivir con los humanos.
Esa duda lo llevó a escribir Cat Tales: A History, un recorrido arqueológico y antropológico que explica miles de años de relación humano-felina, según un artículo publicado en el periódico El país.
Durante décadas se creyó que los egipcios domesticaron gatos hace cuatro mil años, admirándolos como protectores de silos y símbolos sagrados.
Sin embargo, un hallazgo en Chipre de 2004 reveló una tumba conjunta de nueve mil quinientos años, cuestionando esa narrativa tradicionalmente aceptada.
Allí, un humano y un gato joven fueron enterrados juntos con ofrendas, evidenciando un vínculo afectivo previo a Egipto según interpretaciones arqueológicas modernas.
Moore sostiene que esa relación temprana no fue domesticación clásica, sino mutualismo: ambos se beneficiaban de convivir cerca de graneros neolíticos.
Los humanos controlaban plagas y los gatos obtenían alimento y refugio, sin imposición reproductiva humana como en otros procesos de domesticación.
Esa convivencia no ocurrió en todas partes: solo la especie Felis silvestris lybica originó a los gatos domésticos actuales según estudios genéticos recientes.
Además, los gatos fueron compañeros habituales en barcos, pero también invasores que diezmaron fauna insular, un problema ambiental aún persistente globalmente.
Moore recuerda que humanos y felinos fueron enemigos durante milenios, representados como depredadores mutuos en cuevas como Chauvet hace treinta y dos mil años.
Aun así, somos los únicos primates que conviven con depredadores felinos, en una relación menos jerárquica que la desarrollada con los perros domésticos.
El autor atribuye esta fascinación al “carisma” felino, mezcla de magnetismo, elegancia y peligro que ha cautivado a culturas globales durante siglos diversos.
Ese encanto quedó reflejado cuando, en 525 a.C., Egipto se rindió sin luchar para evitar dañar gatos usados como escudos por Persia antiguamente.
Moore afirma que el gato doméstico es apenas diferente de su ancestro salvaje, una versión dócil del Felis silvestris lybica, según evidencia analizada.
El misterio de cómo un depredador solitario terminó reposando en nuestros regazos recorre toda la obra, explorado desde la prehistoria hasta la era digital.
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