Argos, de la Casa de Ulises
Donde haya un perro, esté donde esté, ahí habrá un humano. Esa frase la relamí, mientras descansaba a pata suelta en mi nueva colchoneta; y masticaba en ladrinet las celebraciones por el Día Mundial del Perro, este viernes 21 de julio.
Muevo los bigotes cada vez que me ladran de ese tema, porque hubo un tiempo en que éramos simples animales domésticos, que hicieron un pacto de convivencia, con los sapiens, a cambio de casa y comida.
Nosotros debíamos compartir los superpoderes caninos; para conectarlos con la naturaleza: el olfato, el oído, la vista, el gusto, nuestros sensores de calor en la punta de la nariz o las almohadillas de las patas para detectar vibraciones,
Nadie se explica cómo surgió esa conexión; menos aún la amistad que nos une más allá del servicio -que unos a otros nos prestamos-, y que cuando están juntos -humanos y perros- estalla el corazón en fuegos pirotécnicos.
¿Qué pasa por la cabeza de un perro cuándo queda solo?; ¿Qué mira, sentado desde la lomita del parque?; ¿Cómo percibe las emociones de los sapiens?; ¿Cuál es esa urgencia de estar pegado a quien quiere?
Un día de estos encontramos en ladrinet el libro de Jules Howard –“Un ser maravilloso”- y lo engullimos en un par de mordiscos; para aprender sobre nuestras sorprendentes capacidades cognitivas, y cómo han evolucionado con el tiempo.
Hace poco ladramos con un señor que tiene un crematorio de mascotas; abrió el negocio, porque -según él- algunas parejas de jóvenes prefieren compartir con uno -o varios- de nosotros, y eso era una gran oportunidad empresarial.
El autor explica -de manera muy sencilla- el cambio cultural ocurrido desde el siglo 19 hasta hoy, y cómo los movimientos en favor de los derechos civiles de las mujeres, se desarrollaron paralelos a la protección de los animales.
Debido a ese cambio de percepción, los científicos dejaron de considerarnos seres inferiores, y comenzaron a estudiar nuestras capacidades de comunicación, inteligencia y emociones.
Los humanos son los “creadores” de los perros, y la historia de esa milenaria relación está grabada en nuestro genes; pero no fue que uno eligió al otro, si no que ambos decidimos elegirnos mutuamente.
Según Statista, la agencia alemana especialista en datos, desde el año 2000 -en Estados Unidos- la población canina aumentó en un 20%, somos el grupo de emigrantes -por decirlo así- más numeroso: 89,7 millones, y cada día sube más.
En la Unión Europea somos 65 millones; crecemos a un ritmo de tres millones anuales. Así sucede en Australia, en Canadá y por supuesto en Costa Rica: un estudio del 2106 reveló que pasamos del millón de caninos.
Aunque las cifras son atractivas, todavía hay muchos, pero muchos camaradas, que viven en las calles, son maltratados y apenas sobreviven; por dicha, en Costa Rica, cada vez hay menos perros callejeros.
Hoy, todos los perros del mundo, unidos, aullámos por esa magia extraña y única que nos une a los sapiens, tanta, que cuando estamos juntos saltan chispas.
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