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jueves, noviembre 21, 2024
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En EEUU, los “cowboys” se sinceran sobre la adicción y el suicidio

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Imagen por Patrick Fallon

Bosler, Estados Unidos | AFP  Las cenizas de Jonn Beer se elevan en una nube de polvo desde la silla de montar de un caballo de rodeo, el viaje final de un joven “cowboy” de Wyoming muerto por su adicción a los opioides. 

Beer, que tenía solo 29 años cuando falleció, era uno de los millones de estadounidenses dependientes del OxyContin, un analgésico opiáceo que los médicos le recetaron por primera vez después de lastimarse la rodilla al caerse de un caballo. 

“Se lo siguieron recetando hasta que en algún momento no podía vivir sin eso”, dice su padre, Don Beer. “Nos llevó a donde estamos ahora, honrando la memoria de mi hijo que ya no está”.

Este sábado de verano en el pequeño pueblo de Bosler, Wymoning, en el oeste de Estados Unidos, amigos, familiares y compañeros recuerdan al vaquero haciendo lo que más amaba.

En el rodeo, el público vibra al ritmo de las patadas que lanza uno de los potros contra una cerca blanca. 

La barrera se abre, el semental sale a la arena. 

En su silla, el jinete trata de aferrarse con una mano mientras el animal patea y se encabrita. Su único objetivo: no ser derribado durante al menos ocho segundos. Decenas de valientes intentan repetir la hazaña; las caídas son numerosas.

“Vaya, eso golpeó fuerte. Es posible que necesite un poco de ayuda”, grita el locutor a través del altavoz, mientras unos hombres se apresuran a domar al caballo y recoger al vaquero derribado.

La familia de Jonn observa la escena.

“Algunas personas se sienten atraídas por los caballos porque les ayudan a superar las dificultades cotidianas”, explica su padre. “Jonn era uno de ellos: cuanto más rodeado de caballos estaba, mejor se sentía”.

Pero eventualmente ni siquiera fueron suficientes, y con cada caída, la necesidad de aliviar el dolor, y los medicamentos que lo proporcionarían, se volvieron más intensas. 

El 31 de octubre del año pasado, Jonn murió por una sobredosis de fentanilo, un opioide sintético hasta 50 veces más potente que la heroína. Dejó a tres hijas desconsoladas.

– Tragedia –

Wyoming es el estado menos poblado de Estados Unidos y el décimo (de 50) más extenso. Sus cerca de medio millón de habitantes se distribuyen en unos 250.000 km2 de tierras de cultivo, praderas y cadenas montañosas, donde las elevadas temperaturas veraniegas dan paso a aullantes ventiscas invernales. 

Las exigentes demandas del paisaje han formado una población cuya consigna es la autosuficiencia.

“Se supone que los ‘cowboys’ somos duros, nos enseñan a ser independientes y no depender de nadie”, señala Rand Selle, un vaquero de 30 años, organizador del rodeo en homenaje a su compañero. “No necesariamente tenemos esa facilidad para comunicarnos, para hablar de nuestras emociones”.

Con demasiada frecuencia, esto termina en tragedia.

“A menudo tenemos que lidiar con amigos o parientes vaqueros que han fallecido, ya sea por suicidio o por adicción al alcohol o las drogas”, dice este vaquero de penetrantes ojos azules y un pañuelo rojo alrededor del cuello.

La muerte de Jonn fue un una llamada de atención para Rand, que fundó “No More Empty Saddles” (No más sillas de montar vacías), un grupo dedicado a brindar a los “cowboys” el espacio y las herramientas para expresar sus sentimientos.

– “Un lugar para hablar” –

“No More Empty Saddles” se ha vuelto popular en Facebook, donde varios vaqueros han comenzado a dar sus testimonios.

“Es completamente normal tener emociones negativas, es lo que nos hace humanos y nos distingue… de un caballo”, subraya Sheryl Foland, responsable de temas de salud mental de la asociación.

El entorno de esta profesional de la salud que luce una larga trenza rubia no se salvó de las tragedias de la adicción y el suicidio. 

“Crecí con un padre alcohólico”, cuenta. “Mi padre estaba en rehabilitación cuando mi hermano murió” por suicidio. 

“Nunca se sabe quién se volverá adicto”, dice. “Pero hasta que no hablemos de eso, no avanzaremos”. 

Para “acabar con las muertes innecesarias”, esta mujer, que derrocha energía, reparte desde su remolque candados que deshabilitan armas de fuego (casi las tres cuartas partes de las 189 personas en Wyoming que se suicidaron en 2021 lo hicieron de un disparo), así como cajas con cerradura para guardar drogas adictivas. 

Pero, sobre todo, utiliza rodeos como este para dar una oportunidad a los vaqueros a compartir sus problemas.

El día anterior, un vaquero llamó a su puerta. “Solo quería un lugar para hablar”, dice Foland.

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