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sábado, noviembre 23, 2024
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Caballero del Domingo: ¿Cuánta tierra necesita un hombre?

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Ninguna cantidad era suficiente: entre más tenía, más quería. Por eso Pajom, un campesino ruso, viajó hasta la lejana región de los bashkirios y adquirir toda la tierra posible.

Una mañana, al despertar, notó que uno de sus vecinos compró unos terrenos. Habló con su mujer: “Comprarán toda la tierra y yo me quedaré sin nada”.

Pese a engrandecer su hacienda, sus animales y cosechas, Pajom seguía insatisfecho. Contactó a los bashkirios y lo acogieron con agrado.

“Toda la tierra que consigas recorrer en una jornada será tuya, al precio de mil rublos. Pajom se sorprendió. -En un día entero se puede recorrer mucha tierra -dijo.

El jefe se echó a reír. -¡Toda será tuya! Pero con una condición: si antes del anochecer no has vuelto al punto de partida, perderás el dinero.”

¿Qué hizo Pajom? La respuesta está en el relato “¿Cuánta tierra necesita un hombre?” Escrito -en 1886- por León Tolstói (1828-1910); novelista ruso, profundo pensador social y moral.

Él intentó mejorar las condiciones de vida de sus siervos; abandonó la idea y dedicó muchos años a la existencia disipada de la aristocracia moscovita. En 1851 probó suerte en el ejército y conoció a los cosacos, quienes influyeron en sus relatos.

Regresó a San Petesburgo y abrió una escuela para niños campesinos, con la esperanza de aplicar con ellos un sistema educativo innovador.

A los 34 años se casó con Sonia Bers, quien provenía de una familia culta de Moscú. Los siguientes 15 años engendró una numerosa prole, administró con éxito sus propiedades y alcanzó gran riqueza.

Los lectores recuerdan sus dos monumentales novelas: La Guerra y la Paz, y Ana Karenina, solo por citar las más célebres.

Sigamos con Pajom. La prosa de Tolstói camina al ritmo de nuestro corazón; con sus imágenes nos lleva al pueblo donde nació el terrateniente; viajamos con él por la estepa rusa, al compás de su insaciable ambición.

En cada uno de nosotros vive un Pajom; un día, la avaricia nos corroe las entrañas. Deseamos poseer -en este caso- más tierras, más animales, y entramos en un círculo en donde nada basta, y todo le parece poca cosa.

Aquel susurro: “en lo poco no hay nada”, se convierte en un estruendo: “solo lo mucho es todo”.

Más que un cuento, Tolstói nos presenta una parábola sobre la vida, la muerte, la satisfacción, la angustia. Pajom pensó: «Si tuviera toda la tierra que me gustaría tener, no le temería ni al mismísimo diablo». Es que ¿Este hombre no se conforma con nada?

Al final del día el jefe de los bashkirios dijo: “¡Bravo!¡Has ganado mucha tierra!

El trabajador de Pajom se acercó corriendo y quiso levantarlo, pero un reguero de

sangre le corría por la boca: estaba muerto.

El peón cogió el azadón, cavó una tumba lo suficientemente grande para alojar a su amo y lo enterró. Casi dos metros de la cabeza a los pies fueron suficientes.”

Basta una tumba, para quien el mundo no bastaba.



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