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jueves, noviembre 21, 2024
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Al toro por los cuernos… y al tico por la palabra

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Imagen: Carmen Naranjo (Foto de Luis Alvarado)

Hace ya muchos años, en un lugar de la galaxia llamado Costa Rica, una escritora -Carmen Naranjo- se tomó la molestia de estudiar a sus congéneres y seleccionó cinco frases que los retrataban de cuerpo entero.

Cada una de ellas revela la dimensión incierta en que vivimos los ticos, convencidos de estar en la Tierra Prometida, o en el mejor de los casos, en el país más feliz del mundo, según rezaba un eslogan de la pasada campaña electoral.

La primera es “¡Ahí vamos!”. Se trata de un movimiento hacia la nada, como pensaban los existencialistas; una eterna repetición de la misma rutina día tras día.

Con “¡Ahí vamos!” queremos decir que no vamos a ningún lado, carecemos de una meta, de un propósito, como sociedad e individuos.

La otra es “¿Qué le vamos a hacer?”. La resignación del absurdo, es la máxima expresión del mito de Sísifo; se intentó pero no se pudo, y que lo haga la otra generación. Es aceptar los hechos y aguantarse, porque es lo que hay. Nada de sacrificios inanes.

El corolario de esa frase es “¡A mi que me importa!”, abreviada a : “porta a mi”. Llegamos al individualismo a ultranza, a la isla que somos, es decir: Cada uno en su casa, y Dios en la de todos. No invente nada porque las cosas, en Costa Rica, siempre han sido así.

Y llegamos a la fábula de Esopo -La zorra y las uvas- en versión tica: “De por si…”. Esta expresión va acompañada de un levantamiento de hombros, para señalar que el hecho nos vale un pepino.

Con esa manifestación le bajamos el tono a la situación, o mejor aún, evadimos la responsabilidad derivada de las consecuencias de nuestra inacción: “De por si se iba a caer”, así que no valía la pena apuntalar el puente o reparar las escuelas dañadas.

Y para cerrar: “¡Idiay!”. Es el palanganeo nacional, la frase suprema que en lugar de cerrar una discusión, más bien abre el espacio al vacío; es como cruzar el espejo con Alicia y llegar a otra dimensión, donde las palabras significan lo que yo quiero que signifiquen.

“¡Idiay!” puede ser lo que sea, desde “¿Qué le pasa conmigo?”, “Y yo…¿Qué?”, hasta un desafío para el otro, quien no atina a comprender lo que sucede, más si es un extranjero, ojalá anglosajón, acostumbrado a un sí o a un no, nunca a un “¿Quién sabe?”.

Las nuevas generaciones de ticohablantes usan otra jerga, surgida de la liberación final de las ataduras de la gramática y la dicción, o sepa diantres de dónde. Pero, en el fondo de su ser costarricense, siguen siendo las mismas porque el alma nacional es inmutable.

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